13.4.08

CAPITULO I I: MORENITA MIA.

CAPITULO I I: MORENITA MIA.


El único modo de ser feliz es no esperar gratitud, sino dar por el placer de dar.
Autor anónimo.


A las ocho de la mañana ya estábamos completos los integrantes del Club de las ocho y media, o sea don Miguel Inguanzo, el Lic. Alejandro Borrego, el Lic. Miguel González y yo. Nos encontrábamos, como de costumbre, en el vapor del Club Campestre, esperando que llegara el Cucas y nos acariciara el oído con su consabida frase: “Servicio de bar, a sus órdenes”. Al llegar éste, don Miguel nos pregunta:

-¿Lo de siempre?

-Lo de siempre, le respondimos.

Entonces pide cuatro olímpicas (cerveza, tequila y sangrita).

En cuanto nos sirven, dice el Lic. González:

Clarito oí que dijeron “salud”, y así empieza “el trabajo” de un nuevo día. Luego agrega: “Ya supieron lo que le paso a don Miguel el otro día? Estaba un merolico gritando: Ande venga y cómprela para que no se le doble, para que no se le arrugue. Don Miguel se acerca y dice: Dámelas todas ¿Qué son, píldoras o inyecciones? A lo que el merolico le replica: Viejo libidinoso; son micas para credencial”.

Como a las diez, ya con algunas olímpicas entre pecho y espalda, nos fuimos a los vestidores, y allí don Miguel invitó a un menudo literario, con doña Paz; yo me excusé porque tenía que ir a la oficina; pero en eso llegó el Lic. Jaime Urgel y me preguntó:

-Mi Johnny ¿andas crudo o borracho? Que inteligente soy ¿verdad?

- Mas que inteligente o perspicaz eres mal pensador; pero ni una cosa ni la otra. Apenas ando bien, y ya me voy.

-No le hagas, ya le pedí al Cucas tu cuba. Quédate un rato para que nos acompañes, ¿Cuál es la prisa?

-Es que hay mucho trabajo, y además tengo que ir a ver a la secre.

-No te culpo; más bien te envidio; esa secretaria tuya está tremebunda. Por cierto, te la traes de un ala. Ya me platicaron que donde quiera andan juntos.

-No es eso. Lo que pasa es que tiene un carácter muy peculiar, es muy voluntariosa y me acompaña a todas partes a donde la invito, y como nos ven juntos a todas horas, cada quien saca sus conclusiones. Bueno, me tomo esta y me voy.

Al llegar a la oficina mi corazón latía con rara y extraordinaria vehemencia; me recibe Anita con una sonrisa muy amable; pero, con su vivacidad innata, me reconviene:

-Tomaste ¿verdad?

-Bueno, tú sabes que trato de no tomar, pero hay una diferencia muy grande entre lo teóricamente posible y lo que realmente ocurre; es que me invitan y tomo… un poco nada más.

-Eso no está bien. Mira Tú eres muy inteligente, capaz y estás muy preparado, además, creo que eres responsable y a veces hasta te excedes en el cumplimiento del deber. Por ejemplo esos viajes que haces al Teúl y a Gruñidora los domingos, o más bien los sábados en la noche, para amanecer allá el domingo, trabajar todo el día y luego regresar en la noche para amanecer aquí el lunes y presentarte al trabajo. Todo eso lo desvirtúas, y tu esfuerzo (que nadie agradece) se vuelve nugatorio, y puede acusarte de prevaricador ¿a poco no?

-Como dijo Juanito Murga: “Ya no más ora y ya no”.

-Bueno, que conste. Como dijo Armanda, la amigo del Lobo Estepario; una palabra es una palabra.

Al terminar las labores del turno matutino, y de paso para Zacatecas, propuse que diéramos una vueltecita a la Bufa, y así se hizo; nos fuimos, pues, Anita, Toña, el Ing. Contreras y yo a la Bufa; compramos, con la venia y el perdón de Anita, una anforita. Estando allí nos sentamos en la escalinata de estilo antañón que conduce al atrio, y el Ing. Contreras, abusando de él cantaba muy bien y nosotros no, sugirió que integráramos un coro polifónico; al principio pensamos desistir de la idea, pero al fin accedimos y decidimos cantar algo conocido de todos; yo pedí que fuera Morenita Mía.

-¿Te gusta mucho esa canción? Preguntó Anita.

-Claro. Siempre me ha gustado; pero desde que te conozco me gusta más. Mira: me gustan muchas canciones; por ejemplo: La Madelón, Mi viejo San Juan, Aquellos Ojos Verdes, Desvelo de Amor, Vereda tropical, Mujer, Nunca, María Elena, Alborada, Sabrás que de quiero, Rondalla, Mil Besos, La Barca de Oro, que no sólo me gustan por su letra y su música, sino que son, como diría el Jibarito, recuerdos del alma (?) O de la mente. Entre los tangos, Cuesta abajo, Nostalgia, Volver, Adiós Muchachos, Uno, etc. A propósito de tangos, creo que tiene mejor voz Plácido Domingo, pero Gardel les pone mas sentimiento: yo imagino a Plácido vestido de smoking o de frac, en un elegante teatro (como la Scala de Milán), en un tanto que a Gardel lo percibo como vestido con un trajecito café, un sombrero con el ala gacha, en una cantina de un barrio bajo de Buenos Aires, aunque en sus películas siempre salía con el pelo muy engomado. Bueno, sería ocioso y prolijo enumerar todas las canciones que me gustan; basta con decir que la que me gusta más es Morenita Mía. Y a propósito de música y de músicos, dice que Beethoven fue un buen músico. Un tipo que pretende ser erudito o a lo mejor lo es (¡Pobres eruditos!) afirma que Beethoven “compuso nueve sinfonías, cinco conciertos para piano y orquesta, un concierto triple para violín, piano, cello y orquesta, un concierto de violín y dos romanzas para violín y orquesta, una ópera, un ballet, tres partituras de música incidental, dos misas, un oratorio, cuatro obras para coros y un sexteto, tres quintetos, diecisiete cuartetos, siete tríos para piano, una serie de variaciones para piano con diferentes instrumentos, cinco tríos para cuerda, un trío para flauta y cuerdas, un trío para oboe y cuerdas, diez sonatas para violín y piano, cinco sonatas para cello y piano una sonata para corno y piano y dieciséis series de variaciones para flauta y piano. . . y treinta y dos soberbias sonatas para piano, tres grupos de bagatelas, cuatro grupos de variaciones, tres rondós, una polonesa, una fantasía, una sonata para dos pianos y una serie de variaciones para piano y flauta, además de innumerables arreglos, y otras cosas que a mí se me pasan como la llamada “Sinfonía cero”; pero hasta donde yo se, no compuso nunca tango, o de perdida un danzón; por lo tanto, no creo que haya sido buen músico. Y hablando de canciones y de las mujeres bonitas que las inspiran, te voy a contar una cosa. Cuando estudiaba primer año de Secundaria, me encargó el Dr. Antonio Aguilar, profesor de Botánica, un estudio sobre el guayule. Fui a recabar informes a la Agencia de Agricultura; al entrar, a mano izquierda estaba una oficina, y en ella la mujer más bonita que había visto en mi vida; su rutilante belleza me dejó atónito; creí que tenía una alucinación; al preguntar quien era, me dijeron que se trataba de Josefina Campuzano, la secretaria del Veterinario Regional. Desde entonces mi mayor ilusión, mi desideratum fue ser veterinario para llegar a tener una secretaria tan bella como ella...Bueno, he tenido otros sueños dorados. De chiquillo, cuando vivía en la calle de Yanguas, tenía la ilusión de llegar a vivir en una casa que tuviera ventanas con vista a la Bufa; también he deseado ardientemente visitar en realidad la URSS, pues muchas veces, dormido, he soñado que he estado tanto en el tiempo de la Revolución, como en la actualidad. Bueno, no creas que no había visto mujeres bonitas; una compañera de escuela de mi hermana Esperanza, llamada Conchita López, era muy bonita; una compañera mía, de Secundaria, Juanita Pérez, no era muy bella, pero es una de las tres mujeres más sensuales que he conocido; en el cine pasaban películas con una Diana Durban, una Francoise Arnould que eran bellas, sensuales y seductoras como las circasianas; enfrente a mi casa vivía una muchacha extraordinariamente bella, se llamaba Silvia, quien a su vez era sobrina de una amiga mía muy guapa, llamada Tita Gómez; pero Josefina era superior a todas.

-¿A poco no más por eso estudiaste Veterinaria?

-Desde luego que no. Mi admiración y amor por Josefina fue una motivación poderosa, pero no la única; hubo otras, como por ejemplo las pláticas del Dr. Agustín Díaz, profesor de Zoología y Psicología, quien nos decía que en la Escuela de Veterinaria, al terminar y graduarse, a los ex-alumnos los mandaban a Argentina con el fin de que se especializaran; pero, sin duda, lo de la secretaria fue fundamental y decisivo, pues la verdad es que no tengo vocación para veterinario.

-¿Qué es vocación?

-Dicen que es una inclinación o afición a determinado estado, profesión u oficio. Los católicos dicen que es una inspiración divina, obtenida por revelación, que llama al sacerdocio. Yo no tengo vacación para nada. Hubo un tiempo en que pensé que tenía vocación para jardinero, paro ahora que estoy casado y mi mujer me ordena que riegue las macetas, creo que estaba equivocado.

-Si no tienes vocación, entonces ¿por qué estudiaste esa carrera?

-Ya te lo dije. Además, no te alarmes; la falta de vocación la he suplido con dedicación; una dedicación intensa. Por otra parte, me alegro mucho de haberlo hecho así, pues ahora se ha cumplido mi anhelo y tengo una secretaria como la deseaba. ¡Valió la pena estudiar para veterinario!

-Yo también estoy muy contenta. Fíjate que me dio mucho gusto cuando en el PRI me dijeron que iba a ser la secretaria del hermano del gobernador.

Bueno, en ese caso, mejor la secretaria del gobernador.

-No aspiro a tanto y, además, te conozco y te prefiero a ti.

-Te lo agradezco; pero, en realidad, yo soy muy sencillo, diferente a todos los demás. Todo mundo se siente satisfecho cuando acumula riquezas, y mis satisfacciones son otras.

-¿No te gustaría tener dinero?

-Aunque Séneca decía: “Grandes riquezas, gran esclavitud”, en cierto modo sí me gustaría, o como dicen algunos: no me gustaría tener dinero sino las cosas que se consiguen con dinero. Si lo que otros consiguen con dinero, yo lo consigo sin dinero ¿para que quiero dinero? Yo no soy como los franceses, que dicen: “L’amour fair beaucoup mais 1’argent fair tout” que, más o menos, quiere decir: si el amor puede mucho, el dinero lo puede todo. Yo pienso lo contrario.

-Pues de veras; al menos conmigo, bueno, eso sigo yo ¿a poco no?

-Pues eso es lo que digo; esos escritos a máquina para el libro de Inseminación Artificial, y otras cosas ¿o no? Bueno, en serio, te diré algunas de mis grandes satisfacciones, aparte de la dicha inefable de haberte conocido ese feliz dos de marzo de 1957. En segundo año de Preparatoria llevamos una asignatura llamada Ética, para terminar el ciclo y recibir nuestro diploma de bachiller nos faltaba presentar precisamente ese materia; como no se completaba el número de sinodales, tuvimos dificultades para que se efectuara el examen, hasta que el director del Instituto propuso que, sin el sinodal faltante se examinara al mejor alumno y luego éste pasara a formar parte del jurado; así se hizo y me examinaron primero a mí, luego yo, en compañía de los otros dos sinodales, examiné al resto de mi grupo; fue una satisfacción examinar a mis condiscípulos, pero la calificación no.

-¿Por qué no? ¿Acaso no aprobaste?

-Desde luego que sí, si no, no hubiera fungido como sinodal; pero me calificaron con 9; el único 9 que saqué en todo el segundo año.
-¿Un solo nueve?

-Claro. En todas las demás materias alcancé un 10. Por cierto que en la Literatura Francesa casi no me examinaron. Solo me preguntaron que si recordaba la frase del Gral De Gaulle cuando la derrota de Francia en la Segunda Guerra Mundial.

-¿Y la sabías?

-Por supuesto. Fue cuando dijo: “La France a perdu una bataille, mais elle n’a pas perdu la guerre”. En prepa tuve fervoroso deseo de aprender, la vigorosa determinación de llegar a ser alguien. Otra satisfacción la tuve cuando estudiaba quinto año de la carrera; sucede que en la cátedra de Clínica de Equinos tuve una discusión con el maestro, acerca de la histología de la piel, ya que estábamos viendo algo relacionado con la sarna; como consecuencia de eso, me corrió de la clase. Al día siguiente llevé una Histología de Costero y traté de enseñársela al maestro para que viera que yo tenía razón; pero no solamente no quiso verla sino que me dijo: “A Costero y a usted me los paso por los huevos”, me dio un bastonazo y me corrió definitivamente de su clase. Llegó el fin del año escolar, y pusimos como último examen precisamente Clínica de Equinos. Habíamos preparado un agasajo para dar por terminada la carrera; así pues, lo realizamos e invitamos al maestro de la última materia que presentamos. Estábamos tomando algunas copas cuando el maestro me llamó y me preguntó si recordaba aquella discusión; al contestarle que sí, me dijo: ”Mire García, usted tenía razón, pero yo no podía aceptarlo delante de todo el grupo”; luego me invitó a que saliéramos al jardín y mostrándome la estatua del maestro Mota me dijo:”Mire, cuando terminé mi carrera me llamó el maestro Mota y me dijo:”Zapata, ya me siento viejo y estaba preocupado porque no sabía quien ocuparía mi lugar; pero ahora que lo conozco, si se y me siento contento de que sea Usted”. “Bueno, García, ahora le repito yo eso mismo”. Después volvimos al aula Ramón Pantoja, donde estaban todos los demás compañeros. Esa fue para mí una gran satisfacción.

“Mi satisfacciones son algo raras; pero son mis satisfacciones. Cuando trabajaba en Inseminación Artificial tuve un jefe, el Dr. Rubén Fernández, quien nunca quiso permitirme que me dedicara a inseminar y ganar algunos pesos; siempre me decía: “Mire Juanito para inseminar cualquiera lo hace; pero a usted lo necesito en el laboratorio”. Yo le insistía en que a la hora de terminar mi trabajo en el laboratorio me permitiera salir a inseminar, pero siempre se negó. Sin embargo, él, que estaba considerado como el mejor clínico en bovinos, cuando tenía un caso difícil y me invitaba a que lo acompañara. Con eso yo no ganaba nada. Pero era muy satisfactorio, y lo sigue siendo.

-Ya lo creo. Tratándose de maestros ameritados.

-Poco tiempo después tuve otra gran satisfacción. Un día de tantos, se comunicó un mozo de la escuela que el director quería verme. Al llegar me recibió con un

-¡Uh! Juan, que lástima.

-¿De qué, maestro?
-Yo creía que usted iba a ser el mejor pasante de su generación, pero ya nos mandaron del Departamento Escolar los datos, y el mejor promedio lo sacó Villarreal.

-Bueno, el promedio más alto, pero, indiscutiblemente, el mejor pasante de nuestro grupo fue Jaime Romero.

-¿Usted cree?

-Absolutamente, maestro. Por todos conceptos, el tiene más capacidad, mayor preparación y dedicación, más recursos intelectuales para salir adelante en cualquier situación; además hay que tener en cuenta las circunstancias bajo las cuales estudió, pues tenía que trabajar para mantener dos familias.

-¿A poco tiene un segundo frente?

-No, maestro, de ninguna manera. Lo que pasa es que murió su padre, y por ser el mayor de la familia tiene que mantener a su señora madre y familia, además a su esposa e hijos.

-De todos modos, yo creo que el mejor es usted.

-Le agradezco su opinión, maestro, pero ni modo, así son las cosas.

-Mira Anita, te cuenta esto no para jactarme de mis logros, de mis triunfos, sino para que me conozcas mejor. No haber recibido a tiempo las preseas de mejor pasante cambió el rumbo de mi vida, o mejor dicho me llevó por otros derroteros; yo hubiera regresado a Zacatecas en plan de triunfador, a descansar unos dos meses, y después…quien sabe lo que hubiera sido. Poco tiempo después me fui a la Mixteca Alta, como jefe de una brigada de vacunación de la Comisión contra la Fiebre Aftosa. Unos meses después, pedí permiso y regresé a la Escuela, y nuevamente me volvió a llamar el director. Me recibió con estas palabras:

-Ya ve, yo tenía razón. En el Departamento Escolar hicieron una investigación minuciosa y resultó que usted y Villarreal obtuvieron exactamente el mismo promedio; pero como Villarreal hizo la carrera en seis años, el título de mejor pasante se lo adjudicaron a usted. Aquí tiene su diploma y su medalla. Y a propósito ¿por qué no fue a la ceremonia de Bellas Artes? El Sr. Presidente de la República hizo entrega de las preseas.

-Es que estoy trabajando en la C.M.A.P.E.F.A. y me comisionaron a Oaxaca.

-¿Y como le va por allá?

-Pues bien, en general, pero las condiciones en que se vive allá son pésimas. Tenemos como centro de operaciones un pueblo llamado Silacayoapan (Ninduyocanon, le dicen los mixtecos). Hasta allí se llega en vehículo, desde Huajuapan de León; pero para todos lados, sólo a caballo o mejor dicho, a lomo de mula. Yo conozco la zona desértica del noreste del país, la costa de Guerrero desde Ometepec hasta Zihuatanejo, el Valle del Mezquital; pero esos lugares son paraísos comparados con la Mixteca, allí sí hay pobreza. Todo el alimento que consumen consiste en chimole; es una especie de atoles que hacen de maíz chile y una vaina muy delgada parecida al mezquite, eso es lo que toman en la mañana, al mediodía y en la noche. Hacen sombreros tejidos de palma, les pagan tres centavos por cada sombrero. Ahí sí hay pobreza, maestro; no pobreza sino indigencia, los muchachos de 14 ó 15 años parecen ancianos de 70 u 80 años.

-Creo que sería mejor que renunciara y se viniera a hacer su tesis, y se recibiera.

-Bien pensado, maestro. Yo creo que lo primero es recibirme, además de que en la Aftosa hay sus cosas. Cuando estuve en Pachuca, de desinfectador, todo transcurrió normalmente, igual que ahora en Oaxaca; pero cuando andaba en el Estado de Guanajuato, la vi muy cerca.

-¿Qué pasó?

-En ese tiempo estaba de vacunador, recurrimos desde San Miguel Allende hasta Acámbaro. Estando establecidos en ese lugar salimos un día hacia Maravatío, al llegar a la plaza, nos empezaron a rodear, y al rato estábamos completamente cercados; lentamente se iba reduciendo la circunferencia, y yo pensé que se iba a repetir lo de Senguio (donde lincharon a todos los integrantes de la brigada; pero repentinamente se bajó de un jeep el sargento Sulpicio y con grandes voces nos dijo que por radio le comunicaron de Acámbaro que acaba de salir rumbo a Maravatío el Gral. Galarza con su escolta; al escuchar esto, los campesinos retrocedieron un poco, dejando un portillo; Sulpicio nos apresuró a que subiéramos a los vehículos y nos fuéramos, ya en el camino le dijimos que para qué nos íbamos si el general estaba por llegar, y él nos dijo que qué general ni que ocho cuartos, que nos acordáramos de que no habíamos tenido tiempo de instalar la antena del radio portátil. En realidad nos salvamos gracias a la astucia del sargento Sulpicio; pero la vimos muy cerquita. Bueno, ahorita voy con Fernández de Castro a renunciar, y a comunicar telegráficamente a Acatlán que ya no regreso.

Reanudando nuestra plática en la Bufa, el Ing. Contreras dijo: “Claro que es una satisfacción recibir un diploma y una medalla por haber sido el mejor pasante”. Ante lo cual le digo: Bueno, la satisfacción principal no fue por haber recibido esas cosas, sino por el comentario primitivo del director. Otra satisfacción la tuve cuando trabajaba en el Instituto de Investigaciones Pecuarias: sucede que un día me dijo el Dr. Aurelio Málaga, que era quien sabe que de la Oficina Sanitaria Panamericana, que nos había estado observando a todos los veterinarios, y los únicos dos que valíamos la pena éramos el Dr. Manuel Ramírez Valenzuela y yo; me preguntó que si aceptaría una beca a Canadá, a Ontario Veterinary College, para hacer una maestría en Salud Pública. Estuve de acuerdo y se iniciaron los trámites, pero no fui debido a que, en esos días me invitaron para ir a trabajar a Nicaragua, y preferí eso.

El Ing. Contreras dijo que nos iba a deleitar con “Collar de perlas”. Al terminar, me preguntó Anita:

-¿Así es que no fuiste a Canadá?
-Por esa vez no se pudo. Tengo mala suerte con las becas. He perdido tres oportunidades. Cuando salí de la Escuela me dieron una beca para ir a Italia, al Instituto Lázaro Spallanzani de Milán, para especializarme en Inseminación Artificial, con el maestro Telésforo Bonadonna. Y no fui.

-Esa ves ¿Por qué?

-Es que tuve un accidente muy grave.

-¿Que te paso?

-Pues me casé.

-¡Ay! como eres.

-Esa es la verdad. Bueno, esa fue la primera vez; la segunda fue la de Canadá; la tercera fue cuando, estando en Nicaragua, iba a ir a Panamá, a la Oficina Sanitaria Panamericana, a especializarme en Fiebre Aftosa, esa vez no fui porque ya teniendo todo arreglado, o sea la invitación, la autorización del gobierno de Somoza, la visa, el boleto de avión, el cheque con los dólares para los gastos, etc., se me enfermó una de mis hijitas, llamada Rosa Elena.

-Entonces ¿no fuiste por culpa de Rosa Elena?

-No precisamente eso. No fui a causa de ella, pero no por su culpa, pues era una niñita que todavía no cumplía un año. Fíjate: tenía todo arreglado, y la víspera del día señalado para salir fui a Diriamba a despedirme del Ing. Silvio González Baltodano, que era el vice-Ministro y muy amigo mío. Al regresar me encontré a Rosita en su cuna, con una fiebre muy alta, y en la cama mi señora llorando, no podía dejarlas así, y menos en un país extraño donde no conocía a nadie. La llevamos con varios médicos, pero no sabían que tenía. Por fin el Dr. Armando Benard, el mejor pediatra de Nicaragua, me dijo que me resignara a que Rosita siempre estuviera enferma a causa del clima, y que el día menos pensado se muriera. Desde luego que no me resigné y esa fue la causa no únicamente de no ir a Panamá, sino de regresarme a México.

-Toña quiere que ya nos vayamos, porque tiene que ir a confesarse.

Esto origina una pequeña plática acerca del clero. Luis me dice:

Si vieras, Juan García, como son los curas. Cuando vivía en Nieves, fui una tarde al jardín y escuché un diálogo entre dos señoras. Una le decía a la otra que estaba muy contenta y que ya tenía ganado el cielo porque su hija era la amante del señor cura; y la otra le contestó muy ufana, que era una coincidencia, pues la hija de ella también tenía amoríos con el padrecito. Y eso no es nada; cuando estudiaba en Ciudad Juárez nos daban en la comida sal nitro; pero a pesar de eso, algunos sábados en la noche nos salíamos del internado y nos íbamos a cabaretear, Una noche me encontré, disfrazado de hombre, al cura de Nieves. Desde entonces no voy a las misas, y cuando tengo que ir a algún bautizo o boda no doy limosna, qué caray, pues ya se a donde va a dar lo de la charolita.

Anita toma la palabra y dice:

-Es cierto. Los curas son como el demonio. Fíjense que yo estudié en la academia del Sagrado Corazón. Todos los días llegaba el director y nos enseñaba fotografías no solo pornográficas sino francamente obscenas y nos preguntaba: “¿No te gustaría estar así?” y luego llegaba por atrás y a algunas de las más grandecitas les metía las manos por debajo de los brazos y les acariciaba los senos: a algunas se las llevaba, como dice el corrido de Tayahua, a dar una vueltecita, y al poco tiempo ya no iban porque, según decían, se les inflamaba el hígado.

-Ustedes son unos herejes, hay que tomar en cuenta la moral cristiana. Dice Toña.

-Herejes o apóstatas-dice Luis-; pero así son las cosas, además entre la religión y la moral existe una eterna e íntima armonía, pero no dejan de ser formas esencialmente diversas. Por otra parte, una cosa es la religión o religiones tal como las concibieron quienes las inventaron, y otra muy distinta es la forma en que actúan los que se dicen ser sus seguidores o adeptos. Tú, Toña, eres intolerante, y la intolerancia viene de la soberbia, que es una de las mayores lacras de la tenebrosa historia de la Iglesia católica.

Entonces, para disgusto y consuelo de Toña, intervine:

-Bueno, yo conozco muchísimos casos semejantes o superiores. Podría contarles cientos de anécdotas, pero sólo les referiré dos: cuando vivía en Torreón, mi Tía Cuca me obligaba a ir a la doctrina y a misa; en ambos lugares los curas se dedicaban a denigrar a los republicanos españoles; decían que había que matar a todos los malditos rojos; era a principios de 1937, y yo ¡a los once años! me convertí en antirreligioso, anticlerical y socialista, para siempre, allá en México, por el cambio de Dolores, hay un templo que le llaman la Ermita Sabatina y que está consagrado, según eso, a la virgen del Carmen; poco después de que se incendió, estando en construcción, los domingos ponían sus micrófonos con bocinas en la calle, y gritaban: “Esto pasó por castigo de Dios; Dios estaba enojado porque la construcción era lenta, no daban limosnas suficientes, así es que de ahora en adelante sus aportaciones deben ser mayores, además esta virgen sí es milagrosa, hace milagros grandiosos, no es como otros santos que sólo hacen milagritos”.

-¿A poco eso decían?

-Por supuesto. Además, a la hora más importante de la misa, al pasar la charola, llegaban “carmelitas descalzos” en un cádilac último modelo y se bajaban con unas charolotas de plata a recoger los donativos. Bueno, aunque es un gran porcentaje, casi total, los sacerdotes católicos son nocivos para la comunidad, hay o han habido algunos que son benéficos y, por lo tanto son estimados justamente. No todos los curas son censurables, no todos son como Jerónimo Savonarola; hay algunos a quienes todos los mexicanos veneramos, Hidalgo, Morelos, Matamoros, Fray Servando Teresa de Mier, Miguel Ramos Arispe, José María Luis Mora, de quienes podemos decir, con toda justicia, como don Melchor Ocampo al referirse a los curas Manuel Antonio Gómez y José María Alas: “¡Curas desinteresados! ¡Hombres benéficos! ¡ciudadanos patriotas!”.
Interviene Anita:

-¿Por qué dices que la parte más interesante de la misa es cuando pasan la charola?

-Pues porque, en medio siglo, todo ha cambiado en la misa, menos eso. Antes, las mujeres tenían que ir con la cabeza tapada, los curas con un gorrito negro, se colocaban de frente al altar, hablaban en latín, para la comunión los creyentes se ponían de rodillas y se formaban en fila a lo largo del altar, en el Padre Nuestro decían: “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, etc. Todo ha cambiado, menos lo de la charolita. En la liturgia de Las Horas del Pueblo, aprobada por la Conferencia Episcopal de México, y confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, se dice que antes de recitar el Padre Nuestro el celebrante debe decir: “Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó Jesucristo”; pero ahora dice: “Fieles a la recomendación de El Salvador, y siguiendo su divina enseñanza nos atrevemos a decir”. Antes decían: “No soy digno de que vengas a mi”; ahora dicen: “No soy digno de que entres en mi casa. Antes, después de la lectura y proclamación del Evangelio se recitaba El Credo; Ahora, el cura pregunta: “¿Creen en esto? ¿Creen en aquello? ¿Creen en lo otro?. Antes sólo se ejecutaba música de órgano; ahora hasta guitarras eléctricas y mariachis. Ahora se acostumbra dar “el saludo de la paz, que muchos aprovechan para besuquear a las muchachas bonitas. Sería prolijo mencionar todos los cambios, pero recuerden que antes decían: “el señor esté con ustedes”; ahora dicen:” el señor está con ustedes”. Antes los curas usaban sus faldas negras, ahora se visten con sotanas de colores.

-¿Vas a defender a los curas? Dice Luis

-No, desde luego que no, pero yo conozco uno que vive en Concha del oro, es el padre Reveles. Todo mundo lo quiere. Ya está viejito, así es que no se como sería en su juventud. Hay algunos otros que también son honestos y bondadosos, de buena fe; con estos me pasa lo que a Nietzche, quisiera redimirlos de su redentor. Con los que no se puede razonar es con los iñiguistas.

Después de dejar a las muchachas en su respectiva casa, dice Luis:” Te invito un tequila en El Gallito”. Vamos, y al intentar tomar su copa se le derramó, pues estaba temblando como azogado, de miedo, porque, dijo, Anita apenas está aprendiendo a manejar y se trajo el jeep todo el camino. Yo le dije, con cierta sorna, que hay que ser como mi compadre Chón Molerés, quien decía que él sólo tenía miedo de llegar a tener miedo.


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Un día estábamos en la casa, de sobremesa, conversando acerca de la amistas, y algo dije sobre mi amistas con Anita, comparándola con la de mi esposa con sus amigos y amigos. “Pero entre ustedes hay algo más que amistad”, dijo mi señora. “¿Cómo qué? Le pregunté.

-Hay cariño.

-Desde luego que sí. Yo creo que puede haber cariño o afecto sin amistad, pero no amistad sin cariño. Por otra parte, no se por que mucha gente tiene miedo a decir las cosas como son: dicen algunas mujeres: “a fulanito le tengo estimación, pero no afecto, no lo quiero”, como si tuvieran miedo o se avergonzaran de quererlo. Para mí, no hay diferencia, o por lo menos no mucha, entre aprecio, estimación, afecto, simpatía, cariño, amistad e incluso amor. Yo, por mi parte, no tenga empacho en reconocer y decir que amo a Anita.

-Descarado ¿ya ves? ¿Por qué tienes tanta amistad?

-Bueno, es que coincidimos en lo principal; nuestros puntos de vista no son unánimes, pero las diferencias están muy lejos de ser antagónicas, siempre prescindimos de nuestras divergencias secundarias; por otra parte, yo he leído y oído muchas definiciones de amor; pero la mas sencilla y la que me parece mejor es la que dice que amar es desear el bien a la persona amada, y yo deseo, de todo corazón, al bien a Anita; por lo tanto, la amo, y a nadie tengo que ocultárselo. El mismo San Agustín, que no se distinguía por su agudeza mental, dijo: “Ama y haz lo que quieras. Porque amando sólo se realizan acciones que busquen el bien del amado”.

-Además ¡Anita no es tan bonita!

-Bueno, dicen que hubo un escultor que hizo una estatua de mujer, a la que todos los días contemplaba en éxtasis, con embeleso (como Pgmalión a Galatea). Y un día uno de sus amigos se atrevió a decirle, crudamente, sin consideración: “ No es tan bonita”, a lo que él respondió con benevolencia: “ Mírala con mis ojos y te parecerá una diosa”. A este respecto dice Kante que: “Las diferentes sensaciones de contento o disgusto obedecen menos a la condición de las cosas externas (extramentales) que las suscitan a la sensibilidad peculiar de cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas”. Por otra parte, la definición más aceptable de belleza es: “Lo que gusta”.

-En ese sentido tienes razón.

-Yo creo que en todos. Además, tú deberías, si eres honesta contigo misma, estar agradecida con Anita. Para ti una de las grandes satisfacciones de tu vida es haber conocido a Praxedis y a Julio.

-¿Y eso que tiene que ver?

-Pues verás, recién llegado, me asignaron una comisión para ir al Teúl de González Ortega, y cuando regresé hice mi recibo de viáticos a razón de doce pesos diarios; esto originó una tremenda regañada de parte de Pancho (el Sr. Gobernador), quien con un exceso de energía y de autoridad me dijo que era un abusivo ya que todo mundo cobraba diez pesos; pero el hermano del gobernador (es decir, el hermano de Panchito) cobraba más, y que dentro de cien años cuando un historiador registrara el archivo de la Tesorería, se iba a encontrar con esa situación, y luego él que va a pasar a la historia en letras de oro, en qué lugar iba a quedar, desde luego que modifiqué mi recibo; pero esa actitud me cayó muy mal; creo que hubiera sido suficiente con un recado a través de uno de sus ayudantes, o del propio Tesorero. A los políticos inmaduros, que se marean con el Poder, los ofusca vanidosamente, el probable juicio de la historia, de la posteridad; quieren alcanzar la gloria a como dé lugar. Tiempo después de lo referido, cuando ya habían cambiado las oficinas de la Dirección de Ganadería al Palacio de Gobierno, me mandó llamar para endilgarme otra filípica de antología; esta vez porque habían blanqueado las oficinas de la Dirección, porque urgía hacerlo; al final del regaño me dijo que la mitad del costo la pagaría yo, y la otra mitad el Secretario General, por complaciente al haber autorizado ese gasto; agregó que en Zacatecas nada más él mandaba. Esa ya no lo aguanté y decidí regresarme a México o a Managua, bajé la oficina e hice un borrador de oficio presentando mi renuncia irrevocable; se lo di a Anita para que lo pasara a máquina, pero al leerlo se puso a llorar y me dijo: “No te vayas, acabo de conocerte y me quieres dejar sola, no sabes cuanto sufro en mi casa, desde los cinco años, por muchos motivos; tú eres mi único consuelo”. Así que rompí el borrador, y me quedé. Si no hubiera sido por ella, tú no hubieras conocido a Praxedis y a Julio.

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Don León Luévano nos invitó a todo el personal de la Dirección de Ganadería, a una comida en Palmillas, del municipio de Ojocaliente; cuando ya estábamos sentados a la mesa, Anita a mi derecha, me preguntó don León:

-¿Es su esposa?

-No. No soy tan afortunado. Es mi secretaria.

-Pues de todos modos es muy afortunado.

-Ya lo creo que sí. Dicen que dijo Alcestes: “Amo y estimo a mi mujer porque es bella, cariñosa y discreta”. Por mi parte, estimo que Anita, además de esas cualidades y tener un cutis de kermess y unos ojos como dos luceros, es eficiente, responsable, pulcra, cuidadosa, diligente y tolerante; es una criatura interesante; es infinitamente mexicana y zacatecana; se diría que es una de las tres gracias. John Kyats dice que: “A thing of beauty is a joy for ever” o sea; una cosa bella engendra un placer para siempre. Nunca había tenido una secretaria así.

Nos sirvieron copa de arroz y mole; en esa ocasión les enseñé cómo se como el mole: metí los dedos de la mano derecha, y luego me salpiqué la guayabera, después agarré una pierna (del pollo) y con ella me embadurné la cara, después me dediqué a comer sin ningún pendiente, ni preocupación.

Al regreso, bajo los efectos de la euforia etílica, veníamos cantando con Luis como director. Anita dijo que en ese momento se sentía feliz. Todos veníamos felices. Creo que la Humanidad tiende y trata de ser feliz; para ello hay que tener muy en cuenta lo que decía Marcel Steinbrugge: “Those who analize life, do not enjoy it”. Acerca de la felicidad se han dicho muchas frases que han llegado a ser célebres, como: la de Germán Dehesa que dice: “La felicidad es un obligación de la inteligencia”. “La vida es larga cuando es miserable, pero breve cuando es feliz”, de Publio Siro, y “Nadie es feliz durante toda la vida”, de Eurípides.

A mi entender considero que una forma de lograr ser feliz, quizá la única, consiste en descubrir la verdad, contemplar la belleza y hacer justicia. En cuanto se refiere a la verdad es difícil saber la connotación precisa de este término. Algunos tratadistas hablan de verdad absoluta o fundamental, que posiblemente nadie llegue a captar, y verdad relativa, o sea nuestra verdad. A este respecto dice Leopoldo Zea que: “el problema de las relaciones de la filosofía con su historia está íntimamente ligado al problema de la verdad. Si la verdad es concebida como algo intemporal, eterno, las relaciones entre la filosofía y la historia serán puramente accidentales. Las verdades de la filosofía serán verdades con independencia con independencia de cualquier realidad histórica. En cambio, si le idea que se tiene sobre la verdad es la de que ésta es de carácter circunstancial, las verdades de la filosofía estarán ligadas entonces a un determinado espacio y tiempo. Las verdades serán históricas. Las verdades de la filosofía no son verdades absolutas en el sentido de eternas, sino absolutas en el sentido circunstancial, es decir, que valen en forma absoluta para una circunstancia dada. Al negar que existen verdades eternas, está afirmando una verdad que pretende ser absoluta, está entrando en polémica con otra concepción de la filosofía”. San Agustín decía que: “verdad es lo que es”. El diccionario de la lengua castellana la define diciendo que es la conformidad de lo dicho con lo pasado; el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Selecciones Reader’s Digest, dice: Verdad (del latín varitas) conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente; juicio ó proposición que no se puede negar racionalmente. Se afirma que la Teoría del Conocimiento es la teoría del pensamiento verdadero; en el conocimiento se hallan frente a frente el sujeto y el objeto. Dice Hessen que el concepto de la verdad se relaciona estrechamente con la esencia del conocimiento; según la concepción de la conciencia natural, el conocimiento consiste en forjar una imagen con el objeto. Para Baltasar Gracián “el camino de la verdad, y la verdad de la vida” es un justo medio entre dos extremos de toda naturaleza. Aunque es probable que la única verdad verdadera sea la que expresaban los antiguos filósofos griegos cuando decían que de la nada venimos y a la nada vamos, por lo que, en fin, no somos nada. Aunque no hay que olvidar el concepto comptiano que dice que: “lo único absoluto es que todo es relativo”.

Los estoicos concebían la belleza como la expresión de la simetría, y decían que ser bello es ser proporcionado, y agregaban que si el todo es bello, las partes también lo serán. Para apreciar justamente lo que es la belleza deberíamos de leer, cuando menos, el alma belleza y la contemplación (de Platino), observaciones sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime (de Kant), “De lo bello y sus formas” (De lo bello y sus formas)” (de Hegel), y habida cuenta de que las bellas artes o sea, la pintura, la escultura, la arquitectura, la poesía y la música tienden a realizar la belleza, también la “Filosofía del Arte” de Taine. Decía Platino que la belleza es una iluminación de la materia por alguna idea, y que está en lo inteligible. Kant comparaba lo bello con lo sublime y decía que lo sublime ha de ser siempre grande, admirable; lo bello puede ser pequeño que el día es bello y la noche sublime; lo bello encanta y lo sublime conmueve; refiriéndose al hombre decía que la inteligencia es sublime, el ingenio bello; en las cualidades morales solo la verdadera virtud es sublime. Lo bello, dice Hegel ha sido representado como no teniendo realidad fuera de nosotros mismos, sino como un sentimiento, como una fruición, como algo puramente subjetivo; por lo que se llama a lo bello, idea de lo bello. Según mi parecer la belleza es la armonía de las cosas, que nos infunde deleite. Decía Goethe que “la belleza es superior al bien, por estar este comprendido en ella”.

Aunque el punto toral del concepto justicia se ha mantenido sin grandes variaciones, a través del tiempo y del espacio que le han interpretado de diferentes maneras. Los escolásticos afirman que justicia es dar a cada quien lo que merece. Aristóteles decía que la justicia exige que “los iguales sean tratados de igual manera”. Bodemheimer dice que el primero y más importante de los mandamientos de la justicia es “tratar a hombres iguales, en circunstancias iguales, de modo igual”. El nuevo diccionario Academia dice: justicia: virtud que hace dar a cada uno lo suyo. El Diccionario de Selecciones trae muchas acepciones, entre otras las siguientes: (del latín justitia) lo que debe hacerse según derecho o razón; una de las cuatro virtudes cardinales.

Claro que todo esto conlleva la idea de practicar la virtud en plena libertad, para vivir con tranquilidad, es decir, en paz. Es necesario, pues, aclarar que es virtud. Los cristianos, y en general los religiosos, dicen que virtud es una disposición del alma para las buenas acciones; algunos diccionarios las definen como el recto modo de proceder o integridad de ánimo y bondad de vida. Una buena definición es la que da la liturgia de la masonería, del rito escocés llamado antiguo y aceptado, la que declara que: “Virtud es el esfuerzo que domina las pasiones. Para que exista ha de haber lucha, y no debe confundirse jamás con la honradez, la benevolencia ni la beneficencia. La primera se halla a menudo en los apáticos, la segunda en los débiles, y la tercera puede maridarse con el vicio, y ningún apático, ningún débil, ninguno que delinca es virtuoso”.

Aunque algunos ermitaños dicen que son felices, yo creo que es una felicidad egoísta, pues no la comparten con nadie, ni le proporcionan felicidad a nadie. Considero que es necesario practicar la amistad para ser plenamente felices. Ese gran pensador y guía de la humanidad que fue Voltaire decía que: “Los reyes solo tienen vasallos; los príncipes, cortesanos, serviles; los gobernantes despóticos, correligionarios atemorizados; los políticos, partidarios interesados; los profesionales, colegas envidiosos; los comerciantes, asociados convencionales; los libertinos, compañeros de disolución; los viciosos, explotadores inmisericordes; los prostituidos, corruptores implacables; los hombres buenos son los únicos que son amigos”.

Este profundo pensamiento nos hace meditar sobre el significado y el alcance de la amistad.

Desde antiguo los hombres han exaltado la amistad. Epicteto, aquel esclavo liberto que por virtud de su sabiduría se convirtió en el apóstol de la dignidad estoica nos dice que: “Más vale un buen amigo que un mal hermano” y que varios traducen y plasman por: “Más vale un amigo cerca que un hermano lejos”.

En Grecia, aquel pueblo excepcional que en la antigüedad se convirtió en rector de la cultura por medio de sus filósofos, se rendía culto a la amistad, que representaban en la figura de una joven que vestía túnica sujeta con broches, descubierta la cabeza, una mano puesta sobre el corazón, la otra apoyada en un pequeño olmo, herido por el rayo, a cuyo tronco se enroscaba una vid cargada de racimos.

En el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Albrines, describe magistralmente la amistad, de la manera siguiente: “Siendo éste uno de los sentimientos más dignos y elevado de la humanidad, deberá ser uno de los que con más empeño patrocinara la Orden Masónica, como afectivamente lo hace, la amistad a más de proporcionarnos las mayores dulzuras durante nuestro corto tránsito sobre la tierra, nos da aún la inmortalidad después de la muerte, haciéndonos vivir en el recuerdo de aquellos seres queridos que dejamos en el mundo. Los antiguos (romanos) consideraron a la amistad como a una diosa que representaban bajo la figura de una joven, ceñida la cabeza con una corona de hojas de granado, de la que se veían salir cuatro de sus frutos, con las palabras “invierno y verano” ligeramente vestida con un blanco ropaje, que le dejaba en descubierto el lado izquierdo del pecho. Alrededor de la falda de la vestidura campaneaban escritas con letras de oro estas palabras: “La vida y la muerte”. Con la mano derecha señalaba su corazón y unas palabras escritas con letras de oro también que decían: “Cerca y lejos”. Por último con la mano izquierda empuñaba un pequeño olmo seco al que se enlazaba una vid. Se representaba a la amistad bajo la figura de una joven para simbolizar que ella nunca debe envejecer, y que sus cuidados, su ardor y su afección deben ser siempre lo mismo. Su ligero ropaje expresaba la franqueza sincera e ingenua desprovista de todo disfraz o disimulo que debe acompañar siempre a la amistad, así como su blancura simboliza su inocencia que le es característica.

Tiene el costado izquierdo desnudo, porque este es el asiento del corazón, nunca debe ocultarse a los amigos, y lo señala con la mano derecha para demostrar la fuerza que lo impulsa cuando quiere dar a conocer sus sentimientos. La primera divisa “cerca y lejos”, asegura que su corazón permanece siempre fiel a las personas que ama, tanto si están cerca como si se hallan ausentes. Tiene la cabeza descubierta para enseñar que un buen amigo está obligado a manifestar todos sus pensamientos al amigo, es decir, que no deben existir secretos para ambos. La corona de flores de granado ha sido siempre el emblema de la perfecta amistad, porque su color no cambia nunca, expresa el ardor y la inmortalidad de una ternura mutua y legítima, las cuatro granadas representan los cuatro manantiales de la amistad. Estas cuatro especies de comunicación son: La natural, la doméstica, la civil y la divina, o sea las que Plutarco llama la naturaleza, de parentesco, de sociedad y de amor sobrenatural, lo que demuestra que la amistad nace de la fuerza de la inclinación, de los deberes de la sangre, de los intereses de profesión, y de la unión que se tiene por los bienes que no perecen jamás. La divisa “invierno y verano” indica que la amistad es igualmente constante en la desgracia que en la prosperidad, que es lo que representan las dos estaciones. Últimamente las dos palabras grabadas en la falda del ropaje nos dan a conocer que la amistad es siempre la misma tanto en vida como después de la muerte, lo que viene a simbolizar de la manera más expresiva el olmo al que se abraza la lozana vid aún después de seco”.

Aristóteles decía que: “La amistad es una de las primeras necesidades de la vida; nadie aceptará la vida sin amigos, aún cuando tuviera todos los demás bienes. Cuando somos jóvenes pedimos a la amistad que nos evite cometer faltas mediante consejos; en la vejez solicitamos sus cuidados y auxilios a favor de nuestra actividad decaída. Finalmente cuando poseemos todas nuestras fuerzas también la necesitamos para llevar a cabo acciones brillantes. No solo es necesaria la amistad, sino que es hermosa. Alabamos a los que aman a sus amigos y algunos piensan que ser buenos o amigos es la misma cosa. La principal condición de la amistad es la benevolencia y por eso es erróneo creer que hay amistad para las cosas inanimadas. Sin embargo, la benevolencia no es la amistad, porque ésta es esencialmente electiva, quiere una preferencia, una distinción. Hay, pues, tres clases de amistad fundadas en el placer, el interés o la virtud, pero las dos primeras no son más que sombras de la amistad, la verdadera es la que sienten los hombres virtuosos porque se asemejan por su valor moral.

Existen algunas máximas sobre la amistad, como las de Alfonso Milagro, que dicen: “La amistad es muy diferente del amor; porque mientras el amor invade el cuerpo entero y lo estremece, a veces nace del capricho y del deseo y llega hasta la pasión, dejando ya de ser amor, la amistad sincera no busca su deleite, sino su único interés es cultivarse, ejercitarla, demostrarla”. “La amistad une más que la sangre y es más sincera y conciente que el amor”. “La amistad se fortalece y rejuvenece con el tiempo”. “La amistad la sabe apreciar quien piensa poco en sí mismo, quien no se preocupa por ser feliz, sino por hacer feliz al otro”. “La amistad encierra el secreto de la felicidad, que consiste en brindarla, más que en esperarla”.

El amigo perdona las ofensas, dice Israel Barrios Castro, porque pronto olvida, disimula los defectos del amigo porque sabe tolerar y exalta sus cualidades porque lo ama y respeta; goza si el amigo es feliz y sufre cuando el amigo sufre, lo consuela y trata de ayudar pudiendo en algunos casos llegar hasta el sacrificio sin que medie ningún interés mezquino.

Los que consideramos la amistad como un sentimiento digno y elevado, debemos cultivar a l mismo tiempo la fraternidad para que además de llamarnos amigos, logremos ser Hermanos. Si cultivamos un poco más el noble sentimiento de la amistad, nos sentiremos más cerca los unos de los otros para realizar el sueño de la verdadera fraternidad universal entre los hombres.

Creo que no existe ejemplo mejor de lo que es la amistad que la anécdota de Damón y Pitias en Siracusa. Cuando Dionisio condenó a muerte a Damón, Pitias se ofreció como rehén mientras su amigo iba a ver a su esposa e hijos; al regresar estaban a punto de ejecutar a Pitias pero Damón exigía ser ejecutado por ser el reo; Pitias también pedía ser él por no tener familia; maravillado Dionisio de que hubiera tal amistad, no ejecutó a ninguno, y les pidió que fueran sus amigos.

12.4.08

Esbozo autobiográfico de Juan García Estrada

EL HERMANO DE PANCHITO

(Esbozo autobiográfico de Juan García Estrada)

TOMO I

INTROITO (A manera de aperitivo)

CAPITULO I: EL CUARTO O QUINTO DIA

CAPITULO II: MORENITA MIA

CAPITULO III: EL LOCO VARGAS

CAPITULO IV: CARMEN DEL CONSUELO

CAPITULO V: MI ANFORITA COTIDIANA

CAPITULO VI: LE GROUPE VINCENT

CAPITULO VII: TACOALECHE ¿ SEP ó SNTE?

CAPITULO VIII: CUBITA LA BELLA


TOMO II

CAPITULO IX: LA GLORIA ERES TU

CAPITULO X: ¡VIVA CRISTO REY!

CAPITULO XI: LA SANTA BIBLIA

CAPITULO XII: EL POBRE DIOSILLO

CAPITULO XIII: ¿SEGURIDAD SOCIAL? JA, JA

CAPITULO XIV: ¡PANCHITO, PUES!

APENDICE

COLOFON ó EPILOGO (A manera de desempance)


INTROITO
A nadie le interesan tus emociones: mira, oye, disfruta.
Santiago Genovés


Yo, Juan García Estrada, a los 74 años de edad, muy próximo y preparado para emprender el viaje eterno a la madre tierra, pues es la edad promedio en que los mexicanos acostumbramos morirnos (aunque yo ya me pasé de la cuenta), en pleno uso de mis facultades mentales (eso creo) y por mi libre y espontánea voluntad (eso sí), escribo apresuradamente estos ligeros apuntes, con los que plasmo una idea que bullía en mi mente desde hace algunos años y venía pergeñando fraccionadamente. No me angustian los errores del pasado, ni me atemoriza el futuro (eso que llaman “El más allá”). Estoy de acuerdo con Pitágoras en que: “Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”.

Dice Reynaldo Suárez en la presentación de su libro “La Educación”, de Editorial Trillas, que: “Al título del presente estudio, lo menos que se le puede tildar es de jactancioso”. Yo pienso lo mismo, respecto a estos apuntes: título jactancioso y vacilador.

Antonio Luna Arroyo afirma que: “La verdadera biografía de un artista son sus obras y sus ideas”. Yo expongo mis obras y mis ideas.

El tiempo es implacable. Se fueron ya para siempre mis años juveniles y aún los de madurez, con sus aptitudes, para dar paso a la decadente senilidad. Como dicen los trenes, que son de fierro... Así es que solo me quedan los recuerdos.

Dice Gandhi, en la introducción de su libro “en lo que yo creo”: “No tengo la intención de escribir una verdadera autobiografía. Me gustaría sencillamente recordar la historia de mis numerosas experiencias con la vida”. Así pienso yo también, y aunque me aprovechase de todas las posibilidades del lenguaje no sería capaz de expresar toda la complejidad de mi vida y mi pensamiento.

Creo oportuno repetir lo que dijo Julio Sherer García: “Cada quien carga con su propia biografía”, y yo la escribo tal y como pasó, sin intentar escribir con sentido estético. Decía Simón Bolívar que: “No hay nada más peligroso que la memoria escrita”. De cualquier manera, como dijo Braulio Maldonado en el prólogo de su libro “Baja California”: “Quienes se sientan aludidos, podrán rectificar lo que a sus intereses convenga”.

Es absolutamente seguro que mis hijos e han planteado, a lo largo de su existencia, algunas preguntas respecto a mi manera de proceder, aunque, desde luego, siempre he sido sincero y franco, y no tengo ningún secreto para ellos. Por ejemplo, se preguntarán: si padece de una osteomielitis (endosteomieloperiostitis, para los doctos) en la tibia izquierda, que le hace difíciles y peligrosos los trabajos en el campo, si nunca hemos sido ganaderos, y además tuvo un buen promedio en el Bachillerato de Ciencias Biológicas ¿por qué estudió para veterinario? Si desempeñó tantos puestos importantes, bien remunerados ¿por qué no tenemos dinero? Si militó activamente 33 años en el PRI ¿por qué nunca fue siquiera Diputado Local o Regidor? Si nació en Aguascalientes, vivió 13 años en la ciudad de México, conoce la República desde Tijuana hasta Mérida, y ha vivido en Nicaragua ¿por qué se radicó definitivamente en Zacatecas? Si, según se comprueba con documentos, hizo una carrera brillante ¿por qué no tiene un Doctorado o por lo menos una Maestría?

En las postrimerías o en el anochecer de mi vida, y muy próximo al final, con el objeto de tratar de dar respuesta a esas y otras interrogantes, en una forma atropellada y sin secuencia cronológica, y omitiendo –debido a la premura- cuestiones de cierto interés, escribo estas ligeras notas que ayudarán, sin duda, a hacer luz en sus mentes, si tienen la curiosidad y la paciencia de leerlas. Espero cumplir con aquel postulado que dice: cada quien debería de hacer un inventario moral exhaustivo y valiente de sí mismo; espero que se entienda bien lo que digo, y no hayan equivocaciones interpretativas.

Dice Nabor Rice que:”El público está cansado de novelas con personajes imaginarios”. Pero aún el cínico y libertino Billy Frías Conor en su autobiografía intitulada “Divorcios célebres y amores fugaces” aclara que los nombres de sus clientes divorciantes son fingidos. El mismo Frías Conor, o mejor dicho, Ríos Franco dice: “Es natural que al escoger (lo que se escribe) uno escoja siempre lo mejor (para uno). Todo lo que escribo, aunque usted no lo crea, aconteció literalmente, y no son meras invenciones o cuentos míos”. En mi caso, ninguna omisión es voluntaria; lo que pasa es que el cantautor Juan Gabriel tiene razón cuando dice que: “La vida de un artista no puede caber en un libro”, y yo creo que menos aún si se trata de un veterinario. Alguien se encargará de llenar las lagunas.

En la carta que Desiderio Erasmo de Rotterdam escribió a Martín Drop haciendo la apología del “Elogio de la locura”, dice “¿He denigrado la reputación de alguien?¿a quien hice la más ligera ofensa? ¿Qué nación, qué clase social, que individuo he criticado con sus propios nombres?...¿Qué importa a los demás nuestras pasiones personales? ¿Se hablará de nuestras rencillas en los países lejanos o en el porvenir? Guiado por estas consideraciones, me he permitido arrancar de mis escritos todo lo que pueda perjudicar u ofender”. Además hay que recordar que José Narosky decía que: “Un microbio puede empujar una calumnia, y un gigante no puede detenerla”; así pues, de acuerdo con Erasmo y Narosky, no calumnio a nadie”.

Yo, por mi parte, no quiero hacer escarnio de nadie; pero un deber de conciencia me exige ser lo más objetivo posible, aunque por razones obvias en contados casos omito nombres y no completo frases; pero nunca las falseo, pues recuerdo que Boileau dijo: “Rien n’est Beau que la vrai”.

Tras las consideraciones críticas de lo anterior, me decidí a escribir este esbozo mencionando nombres de países, instituciones y personas porque creo que sólo así se comprenderá verdaderamente mi vida; pero yo tampoco tengo la intención de perjudicar u ofender a nadie. Desde luego, no tengo la más mínima intención de molestar al pueblo que se dice cristiano porque así lo creo, aunque eso sea falso. No soy un individuo sagaz, pero sin ofuscación pretndo expresarme sin distorsionar los hechos; pretendo pues, ser lo más objetivo posible. Es como un autorretrato fidedigno; no como el de Sequeiros, que se pintó no como era sino como le hubiera gustado ser. Se asienta únicamente la verdad verdadera.

Sería en vano invocar en vano invocar el auxilio de las musas del Helicón para redactar una obra literaria, dada mi escasa erudición; sólo intento que se me conozca mejor. Más que una autobiografía es una especie de anecdotario en el que se narran, con nostalgia, algunas remembranzas que trato de transcribir tan fielmente como pude; en otras palabras, mis vivencias, como dice Flagomar.

De mi actuación me siento tranquilo, tengo una serenidad apacible; me encuentro contento conmigo mismo. He cometido muchos errores, y los seguiré cometiendo hasta el momento mismo en que me toque vivir mi muerte (¿otro error?); es probable y casi seguro que esta autobiografía sea uno de esos errores, pero ni modo: así soy.

En muchos momentos críticos de mi vida yo no he decidido, sino las circunsatnacias; cuando me ha tocado decidir, lo he hecho con plena conciencia y lucidez, y, por lo tanto, no me arrepiento de nada.

Jerrold E. Kemps, en su libro “Planteamiento didáctico” expresa que: “Las ideas y la motivación que inspiran la redacción de un libro obedecen, casi siempre, a una porción de factores diversos”.

Durante la polémica sostenida por Melchor Ocampo con un “cura de Michoacán” sobre los aranceles de las obvenciones parroquiales, decía que: “No medito para escribir, es cierto, pero en cambio, procuro no escribir sino sobre lo que tengo meditado. Una vez que sobre esto tomo la pluma, la dejo ir”.Yo también solo escribo sobre lo que tengo meditado, y en la mayoría de los casos lo he platicado mediante la palabra hablada.

Aunque estas ligeras anotaciones las escribo para que mis hijos, mis Queridos Hermanos, y quizás algún amigo me conozcan mejor, al estilo de Benito Juárez en sus “Apuntes para mis hijos”, les recomiendo y sugiero a los míos que, volviendo al Ilustre y Poderoso Hermano Benemérito de las Américas, me juzguen no por mis dichos sino por mis hechos y por los resultados obtenidos, es decir, por las consecuencias derivadas de ellos.

Escribo recordando que alguien dijo: “Hay que vivir para vivir, y vivir tiene un sentido: escribir”. Aunque no escriba para vivir, vivo para escribir. Por otra parte, Jesús Reyes Heroles afirma que: “Sólo las mentes cerradas aspiran al falso e hipócrita mundo de la perfección o la pureza”. Escribo pues, no por exhibicionismo sino para el juicio severo de mis contemporáneos y sus descendientes; mi pluma es como nave al garete. Como quiera que sea, mi intención al escribir este librito no es pedante, sino por el contrario modesta en grado sumo.

Diré que escribo, como dice Rius, en estilo desenfadado y poco serio. He procurado no escribir un libro tedioso sino ameno: proporcionar amenidad narrativa, sin abandonar el rigor verídico de los hechos, absolutamente verificables todos.

Por último, recordaré que don José María de Pereda dice que don Marcelino Menéndez y Pelayo le dijo: “El que lanza al mundo un libro con sus tachas buenas o malas debe responder de todas, debe responder de todas, confiéselas o no”. Aunque yo creo que las tachas no pueden ser buenas, pues tacha(del francés tache y este del gótico taikka, mancha) es una falta o defecto, anoto todas mis tachas, y las sostengo. Así pues, ¡A lo que te truje Chencha!

CAPITULO I: EL CUARTO O QUINTO DIA

Caballo criollo carrera veloz, allá a Nicaragua que quiere libertad.
Tango en boga durante la década de los 30.

Eran las cinco de la mañana de un miércoles o jueves cualquiera, de un año de la década de los 60. Al pasar frente a la ventana de la Casa Verde oí con perfecta claridad cuando mi amigo Carlitos preguntaba ansiosamente “¿No ha venido el Dr. García?”. Pepe le respondió con seguridad: “No debe tardar, ya es hora”.

Al entrar, percibí un gran contraste entre el aire puro de la calle y el ambiente saturado de allí adentro, pues encalabrinado recibí el golpe de los efluvios amoniacales, como dice Javier Romero, y el denso olor a vino fermentado y humo de cigarro, pese a lo escaso de los parroquianos a esa hora. Frente a la barra estaba Carlitos; su aspecto era lamentablemente grotesco, o más bien patético: con el pelo desgreñado, su barba de quince días, la boca abierta como la de un pez fuera del agua, su pantalón ajado, su saco sport con las solapas sucias por las copas derramadas y por algunas vomitadas, pero con los ojos muy abiertos y contentos de verme llegar. Estaba convertido en un “lobo estepario” cualquiera. Medina Zavalía, tan eucrático de ordinario, ahora estaba así, no lo calentaba ni el sol.

-Mi Juanito de oro, me dijo, te estaba esperando.
- Bueno, ya llegué, le respondí con un apago de voz, haciendo un esfuerzo para hablar.

Luego transcurrió un momento, siglos me parecieron, en silencio. Después me preguntó el cantinero:

- ¿Qué se va a tomar, mi Doc?
- Un presidente campechano, le dije a duras penas, con voz hueca y temblorosa, carraspeando. Sin hielo, agregué. A Carlitos lo que guste.

Después de cuatro o cinco dosis empezó a desaparecer la presidencruda. Entonces nos animamos y comenzamos a platicar. En eso se nos aproximaron un azacan y un tablajero, temblando como azogados y lanzando improperios contra el estado del tiempo y la cruda; el tablajero, conmilitón de Carlitos, de tipo lambrosiano y aspecto patibulario, que andaba en las mismas increpó:

-No los entiendo: usted, Dr. Medina, es el mejor cirujano de Zacatecas, y usted Dr. García, el el mejor veterinario, y mírense como andan: se rebajan al nivel de cualquier carnicero o cargador. Definitivamente no los entiendo.

-Oye, tú cuando tomas ¿te sientes mal al día siguiente? Le preguntó Carlitos.

-Claro. Me siento mal.

-Qué bueno, que bueno, tú también, no nomás yo. Dijo Carlitos víctima de la anadipsia y la vinolemia, con infantil alegría.

-Me siento mal y por eso me la curo; pero ¿ustedes? Todos los días sin faltar uno, están aquí, tomando. Dijo balbuciendo.

Intervengo:

-No exagere. Esa afirmación es un sofisma. Usted incurre en la falacia de la falsa generalización; no es que cometa un dislate, pero yo discrepo de usted.

-Barájamela más despacio.

-Bueno, si estuviéramos en otro lugar le diría que usted desconoce la dialéctica y esgrime paralogismos; lo que pasa es que cada vez que usted viene, nos encuentra aquí, y supone que todos los días estamos presentes; en realidad se trata de una coincidencia, y eso sólo durante las vacaciones que es cuando me dedico a la “dolce vita”. Eso de que me considera cliente infalible ya me pasó una vez en Nicaragua; cuando iba frecuentemente no todos los días, al Pénjamo bar.

-Entonces ¿usted estuvo en Nicaragua? Me preguntó, tartamudeando el tablajero.

-Desde luego -le contesté tartamudeando aún más- estuve en Nicaragua cuando era la Hacienda de Somoza. Y estuve, o por lo menos fui, en contra de su voluntad. Ah! Allá era yo una especie de Juan Salvador Gaviota.

-¿Cómo, como? A ver, explíqueme esas dos cosas.

Ya para entonces Carlitos estaba con la mirada extraviada, y con el labio inferior colgante, formando una curva catenaria (algo que era característico en él).

En eso entró Margarito Curiel, a medios chiles, y pidió tres cubas juntas porque, dijo, le urgía estar borracho a las tres de la tarde. Se las tomó, pagó, y fue al mingitorio; salió derecho a la calle, diciendo: “Ustedes son muy mamables, y yo qué a gusto hago aguas”.

Contesto a la pregunta:

-Cuando solicitaron mis servicios y me invitaron a organizar en el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Nicaragua un Departamento de Inseminación Artificial, Somoza se oponía a que fuera un mexicano el elegido…

-¿Por qué razón?

- Es muy sencillo. Antes de irse para Nicaragua, a combatir a los marines, Sandino trabajó en México; creo que en Tampico o en Ciudad Madero; además, siendo guerrillero vino a México, concretamente a Mérida, cuando era Gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, donde fue recibido como un héroe nacional.

“Para ir allá pasé toda una odisea. En primer lugar, a pesar de tener ya mi nombramiento firmado por el ministro, Somoza se negaba a autorizar la visa”.

-¿Entonces cómo fue que estuvo allá?

-Pues resulta que en ese tiempo hubo una reunión de todos los presidentes de países de América en Panamá, y Somoza se fue, dejando a su hijo Luis como Presidente Interino de Nicaragua. Mi amigo el Dr. Mallota había sido compañero, en Prepa, de Luis, y le pidió que autorizara mi visa; así es que cuando Somoza regresó yo ya estaba allá, y no le quedó más que tragar camote; aunque pudo ordenar que la Guardia Nacional me metiera en un avión y me regresaran a México; quien sabe por qué no lo hizo.

“En el aeropuerto de México también hubo dificultades, pues los agentes de migración me exigían los resellos de mi cartilla militar; les expliqué que la Secretaría de la defensa Nacional emitió un acuerdo que eximía a los no aptos (inútiles, nos decían) para el servicio militar de la obligación de resellar la cartilla. Argumentaban que ellos dependían de la Secretaría de Gobernación, que sí exigía los resellos, y que no les interesaba la Defensa Nacional; al fin me permitieron abordar el avión, no sin antes endilgarles una serie de amenazas”.

“No voy a hacer un relato cronológico de los acontecimientos que sucedieron durante mi estancia allá; solo les contaré algo de lo mucho que me pasó, y que me parece interesante. Cuando se inauguró el Laboratorio de Inseminación Artificial en México, Miguel Alemán fue acompañado de todo su gabinete y de los ex Presidentes de la República que vivían. Yo esperaba que Somoza hiciera algo parecido; pero cuando se inauguró el Laboratorio de Inseminación Artificial no se dignó ir.. Mandó a sus dos delfines, o sean Luis y Tachito; ante eso, yo no los atendí: eso se lo pedí a Mallota, y yo me subí al tapanco donde me esperaba, con una botella de guaro, la hermana de El Guayabo (mi chofer)”.

En ese momento, Luisito, el botadero de oro, nos ofrece unos tacos que se antojan exquisitos, casi una ofrenda de ambrosía. Después de varios días sin comer, nos disponíamos a brindarnos un banquete pantagruélico; pero al intentar comerlos nos parece que masticamos papel de periódico, y es imposible deglutirlos, por lo que optamos por pedir otro presidente campechano. Carlitos pregunta:

-Oye allá en Nicaragua ¿también toman?

-Qué barbaridad, cómo no. Igual o más que aquí; pero allá es muy diferente. Uno está acostumbrado a que en todas las cantinas hay bullicio: una algarabía endemoniada y, casi siempre, música estridente.- Los primeros días que estuve allá no me animaba a entrar a un bar; cuando pasaba por enfrente de ellos notaba un silencio casi críptico, por lo que yo creía que estaban vacíos; pero cuando me atreví a entrar a uno, me quedé atónito: la barra y todas las mesas estaban ocupadas; pero los parroquianos estaban calladitos, en un silencio casi absoluto; al preguntar el por que de esa actitud aberrante, para mí insólita, me contestaron que en todas partes había “orejas” de Somoza y, obviamente, todos tenían miedo de hablar.

Con palabra cansina prosigo:

“Los Somozas jugaban conmigo, así que yo también jugaba con ellos; me los pasé como el papá de Pepito a la bomba atómica; pero ni tanto, siempre me fregaron algo. En año y medio no me dejaron conocer la Embajada de México, pues la tenían rodeada con ametralladoristas, por aquello de que en las embajadas de México se refugiaban todos los perseguidos políticos en los países de Latinoamérica. Bueno, hay un libraco llamado “Ulises Criollo”, escrito por un tal José Vasconcelos, en el cual se incluyen varios capítulos sobre Campeche; en el dedicado al clima dice: “Por el balcón se derrama el sol hecho fuego. La vista se entrecierra, herida por la reverberación de la playa de arena blanquizca. Por nuestra entraña las solicitaciones lujuriosas de la pubertad (…) prendían su propio fuego. Al caer la tarde unas indias metían sus muslos bronceados en las ondas, recogiendo la falda por la entrepierna”. Claro que yo, acostumbrado a vivir siempre en el altiplano, pensaba: “Ni será tanto, yo creo que exagera”; pero en Managua (la ciudad más calurosa de Centroamérica) y bajo el nicaragüense sol de encendidos oros, que decía Darío, cambié mi manera de pensar a este respecto; en las tardes, después de mi clase de Inglés en el Instituto Nicaragüense-Americano de Relaciones Culturales, y antes de meterme a una cantina, acostumbraba dar una vuelta por el malecón, y allí ¡Ay hermano! Deambulaba cada zagala; no más figúrate: unas muchachotas luciéndose, y como diría un poeta romántico y algo cursi, con las combas eurítmicas de sus gloriosos y turgentes senos cubiertos (¿cubiertos?) únicamente por una sutil blusita completamente transparente; aunque algunas, pudorosas, traían unos copos de algodón en los pezones, y nada más; todas eran despampanantes, sensuales y voluptuosas; era un deleite para la vista y para la imaginación. Allá es donde uno comprende eso de “el ardor de la sangre y la perturbación de los sentidos provocada por el bochorno”. Se la pasa uno bien, con ese no se qué que inspira el anda, anadeando de la mujer boita. Sólo pueden permanecer indiferentes los anfiscios. No te imaginas cuanto gocé y sufrí momentáneamente. Además, como decía Laguerene: “Son tan coquetas qque hasta te hablan”.

-¿y de veras te hablaban las muchachas?

-Claro. Por lo que a mi respecta no puedo quejarme. Desde las secretarias del Ministerio hasta la mujer de Tachito, pasando por las gringas del Instituto Nicaragüense –Americano de Relaciones Culturales.

-¿Qué te decían?

-Cada quien a su manera y de acuerdo con las circunstancias. Podemos resumir sus frases en la que expresó la inolvidable Rosita el día que la conocí, cuando les dí un “aventón” en el jeep a unas secretarias; era una chamacota de unos diecisiete o dieciocho años, con unas hermosas y tremendas nalgas de repisa, terminadas gloriosamente por un imponente sieso, muy diferente de la esteatopigia, que le había dicho a su compañera: “María Luisa, vos te vas atrás y yo me voy chineada (sentada en las piernas) con Juancito; cuando nos íbamos a despedir me dijo: “Juancito, por cuenta vos andás de cabanga; vení ven, vamos a divertirnos”. “¿Cómo?”. “Como vos querrás Juancito”.

-¿Así eran de jaladoras?

-Ya lo creo. Cuando yo les preguntaba por qué eran tan ardientes, por qué les gustaba tanto folgar, me contestaban con vivo entusiasmo: “El clima, Juancito, es el clima”. Bueno, en aquel tiempo andaba por allá una mujerzota que había sido Miss Uruguay, llamada Eda Lorna, que se presentaba en los centros nocturnos, pero yo nunca fui a verla ¿para qué? Si solo con salir a la calle veía muchachas a quienes admirar y desear. Nada más les contaré lo siguiente: había una morenita muy guapa y bastante bien formada, como Xóchitl rediviva, que vendía chicha…

-¿Qué?

-Dije chicha. Es una bebida refrescante que la elaboran a base de maíz fermentado o de coyolito (un coco chiquito). Todos los días pasaba por enfrente de la Escuela Nacional de Agricultura y Ganadería (la famosa ENAG), y los muchachos maloras salían jubilosos a gritarle “Calzón rayado”, a lo que contestaba airada: “Habladores, yo siempre traigo mi calzón blanco”, y para demostrarlo, ingenua o maliciosa y provocativamente se levantaba la falda hasta la cintura y agregaba muy ufana y oronda: “Miren, vean bien”. Era sólo un instante fugaz, pero un espectáculo que no me perdía.

-Oye, hace rato hablaste de Vasconcelos; tú desprecias a Vasconcelos, pero ¿sabías que fue Secretario de Educación Pública?

-Ya lo se. En 1921, con Obregón, fue el primer Secretario de Educación Pública. Y también fue rector de la Universidad; por cierto fue él quien acuñó la fracesilla esa de que “Por mi raza hablará el espíritu”, la cual para mí no tiene sentido porque no sé a cual raza se refiere, ya que no hay ninguna raza pura, ni aún la aria; por otra parte, quien sabe a qué se referiría con eso de “espíritu”, pues el único espíritu que yo conozco es el espíritu de vino o sea el alcohol. A este respecto, Vasconcelos dice: “Usé la vaga palabra espíritu, que en el lema significa la presencia de Dios…Yo sé que no hay otro espíritu válido que el Espíritu Santo”. Los discípulos de Hermes Trismegistro dicen que espíritu es el nombre que se da a la más elevada concepción de la Infinita Mente Viviente, al TODO. Refiriéndose a la raza, algunos afirman que se trataba de la raza cósmica de Kant, o las razas de indígenas de México, Perú y Ecuador, porque según Vasconcelos sólo en esos lugares hubo indígenas. Diseñó el escudo de la UNAM con un cóndor y un águila, América Latina, y en la base unos nopales; quizá fue una premonición relacionada con el Ing. Pascual Ortiz Rubio (quien sería su contrincante y vencedor en 1929), a quien denominaron “El Nopalito”.

“Pero en su libro, de plano antimexicano, sólo habla de mocharía; como diría Enrique A. Rodríguez: huele a sacristía, y eso no me parece bien. Como escritor lo considero medio medianejo. Lo único o más o menos positivo son sus alusiones contra el abuso en el uso del idioma inglés, y contra el porfirismo, pero aún éstas son expuestas mañosamente, en tal forma que más bien son una censura contra lo positivo del Positivismo que contra la dictadura. Para mí lo que verdaderamente vale la pena es una frase que escribió a propósito de la época en que estaba apasionado por una tal María; dice, despojándose de su inmodestia innata: “Me imaginaba enfermo perdido y a punto de concluir una vida que, al fin y al cabo, no vale la pena ser vivida…pues bien advertía el desastre de cada una de mis horas”, y luego agrega que: “divagar horas y horas a solas, pero estérilmente, tal ha sido mi vicio más dispendioso”. En realidad, más que por su autobiografía, me cae gordo porque trata de adjudicarse el mérito de la escuela rural que, con honestidad, le corresponde al maestro Rafael Ramírez; es más, durante la administración de Gómez Farías se llevó la escuela primaria a las grandes masas del pueblo, pues se le consideró como un derecho y no como un privilegio de las ciudades. El Ateneo de la Juventud fue fundado por Antonio Caso, y no por Vasconcelos. En una ocasión cuando Vasconcelos mandó alterar un mural de él dijo el Dr. Atl: “Tal vez Pepito Vasconcelos, iniciador y sostenedor vergonzante al mismo tiempo de la putería capitalina, del comunismo artístico y ahora del catolicismo decadente, quería convertirse en émulo de la señora Carmen Romero Rubio de Díaz, sólo que con más inteligencia, pues les mandó tapar las partes nobles del cuerpo, en vez de borrarlas, para no causar escándalo; dejando la moral pública ilesa”.

-¿Todavía vive Vasconcelos?

-No. Creo que murió en 1959. Siguiendo el hilo de la plática: también me cae gordo por unas declaraciones que, en una ocasión, hizo a un periodista. Cuando le daba el tratamiento de filósofo, comentó “modestamente” que él no era filósofo, pues siendo mexicano a lo más que podía aspirar era a ser aprendiz de filósofo; en este aspecto es la antítesis de Leopoldo Zea, quien en Europa les dijo a los filósofos de allá “No sólo en alemán, inglés y francés se escribe filosofía, sino también en español”, y en náhuatl, agrego yo. Lo considero como un zahorí o como un profeta; en una ocasión dijo que en México hacemos victorias de las derrotas, y héroes de los pendejos; y es así como me explico, que después de muerto, la Secretaría de Educación Pública ha tratado, sin conseguirlo, hacer de él un héroe. Parece ser que su odio zoológico a todo lo auténticamente mexicano, se deriva del estruendoso fracaso electoral de 1929, pues según los datos oficiales, cuando pretendía ser Presidente de la República sólo alcanzó 110,000 votos contra 1’947,000 de Ortiz Rubio. Claro que tiene sus admiradores y panegiristas como Jorge Valencia Díaz, quien “comprende” su “fatal desesperanza, su desesperanza definitiva”; le atribuye la intención de que los intelectuales y pueblo marcharon juntos, en diálogo fructífero. Si es cierto que él fue el iniciador, se le puede alabar lo de los desayunos escolares, aunque, según dicen, don Porfirio repartía desayunos escolares, desde principios del siglo, a los escolares menesterosos. Para mí no todo es negativo en Vasconcelos; le admiro que, cuando fue candidato a la Presidencia, escogió como himno de su campaña la canción “Me importa madre”. Vasconcelos se atribuye un papel estelar, mecénico, en la pintura mural mexicana de 1921-22, pero Diego Rivera lo desenmascara y dice que eso se debe a “la ingenuidad política proverbial de Pepe (Vasconcelos), a la par que a su genio de narrador de fantasías”.

“Sabemos que Vasconcelos fue abogado del bufete Warner, Johonson and Glaston, que representaba los intereses se las compañías gringas mineras y de bienes raíces (latifundios). Solía decir don Pablo Herrera que la “Breve Historia de México” de Vasconcelos, ni es breve, ni es historia, ni es de México. Dice José Narosky que cuanto menos vale un hombre, menos valora a los demás, y los discípulos de Hermes Trismegisto sentencian que: “Para el puro todas las cosas y acciones son puras; para el ruin todas las cosas y acciones son ruines”; pero yo creo que a Vasconcelos lo valoro en lo que vale. Para terminar de referirnos a este tipo, te diré lo que él dijo una vez: “Afirmar que no deben ser discutidas las figuras que el pueblo tiene por consagradas, puede ser una deslealtad con la verdad. Y olvidar lo malo y elegir lo bueno en las figuras políticas, es profundamente inmoral y poco varonil”. Eso es lo que pasa con los que adulan todos los actos de Vasconcelos”.

Carlitos se quedó absorto, contemplando un calendario que estaba atrás de la barra, y que tenía estampada una foto de Ana Bertha Lepe desnuda. De pronto me preguntó:

-Oye, y dime ¿cuántos mexicanos dejaste por allá en Nicaragua?

-Pues verá, en aquellos años la colonia mexicana se reducía a unas diez o doce personas.

-No te hagas. Yo te pregunto cuántas maquilas…cuántos mostrencos.

-Ah! Eso es difícil de saber; pero no han de haber sido muchos. Yo no soy como Casanova que dice que hizo el amor con 132 mujeres de doce nacionalidades, de once a cuarenta años.

-¿Entonces ¿a ti no te afectaba eso de “el clima Juancito”?

-Bueno, sí; lo hice muchas veces; pero repetidamente con pocas muchachas, como dicen los del control de la natalidad: pocas para darles mucho; yo no soy como Netzahualpilli que tuvo 2000 esposas; y que yo sepa ninguna de las que hicieron el amor conmigo quedó embarazada. Pero viéndolo bien a mi se me hace que el tal don Juan y Jacabo Casanova (caballero de Seingalt) fueron puros faroles, pues 132 mujeres se me hacen pocas, apenas en cada una de las muchas ciudades que he recorrido, porque tampoco soy el casto José. Bueno, no hay que exagerar; lo que sí te garantizo es que en todas las partes en que ha estado, las más bonitas, o mejor dicho, las más admiradas, las más deseadas, esas sí. Por algo mi maestro de Literatura Francesa me regaló un diccionario con la dedicatoria: Par Juan que no es tenorio, va más allá. El que sí puede igualarme es Simón Bolivar, quien, dicen tuvo 35 amantes oficiales (incluyendo a Manuelita) y cientos de pasarratos.

-Dicen que allá tú eras el mero mero; el mejor semental; con 28 años ¡y mexicano! Dicen que anduviste hasta con esa gringota, la mujer de Tachito.

-No te creas; eso hubiera sido bueno. Por lo demás, no creo que haya sido gringa sino nica, pues se llamaba Esperanza Portocarrero Debayle y era prima hermana de Tachito; todo mundo le decía “doña Hope” (a lo mejor de eso sacaron que era gringa). Fíjate que el Ministro de Agricultura ya me tenía harto porque, durante los primeros meses de mi estancia, cada vez que nos encontrábamos me decía: “Ajá doctor Estrada; dice el Gral. Somoza que lo quiere conocer, que cuando lo llevo para presentarlo”, a lo que yo le contestaba: “Dígale que un día de estos” o bien: “Dígale que ya habrá tiempo”; pero un día que llegué el Palacio Nacional, me dijo el Ministro: “Ajá doctor Estrada, dice la señora de Tachito que lo quiere conocer, que cuando lo presento con ella”. “Ahorita mismo, don Enrique”, le contesté. “ No se apresure tanto, es necesario concertar la cita”.

-¿La cita o la entrevista?

-El dijo la cita. Bueno, desde entonces todos los días iba al Palacio, en espera de noticias. Por fin, un día me dijo: “Ajá doctor estrada, dice la señora de Tachito que lo espera mañana a las diez de la mañana, en su casa de Las Piedritas”. Me salí corriendo a preguntarle al Guayabo si sabía donde quedaba el lugar llamado Las Piedritas. Me dijo que se tratará de Las Piedrecitas, que quedaban sobre el camino a la playa de Masachapa, como a una hora de Managua. Entonces le dice que se tomará el día y que lo esperará el día siguiente a las ocho de la mañana en punto, con el jeep revisado y el tanque lleno de gasolina.

Esa noche casi no dormí. Me levanté antes del alba, y después de bañarme y rasurarme me puse el mejor pantalón que tenía y una playera que me había comprado allá, y ya para las siete estaba esperando al Guayabo. Llegó a las ocho en punto, y nos fuimos hacia Las Piedritas o las Piedrecitas. Nos fuimos muy despacio y llegamos como a las nueve y media; pregunté cual era la casa de Tachito, y afortunadamente enfrente había un restaurante, al que fuimos a tomar un café mientras llegaba la hora. Faltando diez minutos para las diez ya estaba junta a la puerta; a las diez en punto toqué, y abrió un negrito vestido de blanco, como en las películas de la india, quien me preguntó si era el doctor García; al decirle que sí me hizo pasar a la sala y me indicó que la señora vendría en seguida. ¿Tu viste la película El Espejo Roto, con Elizabeth Taylor? Bueno, pues hay una escena en que baja, vestida de blanco y de largo, una escalera; haz cuenta la misma escena, pero con una mujer más joven y más bella, la cual hizo su solemne entrada, fastuosa y esplendente de belleza.

-¿Era muy bonita?

-Ya lo creo. Aquí en México Miguelito Alemán Velasco se casó con Cristián Martell, Imagínate con Tachito, siendo el hijo predilecto de Somoza, graduado en West Point, director de la Academia Militar, señalado para suceder a Tacho, dueño de la marina mercante de Nicaragua, etc., no se iba a casar con una garraleta cualquiera. Llegó y me preguntó si yo era el doctor García; al contestarle que sí y que estaba a sus pies, me invitó a sentarme en un sofá, y me preguntó si quería un jaibol, que de inmediato acepté. Estábamos, como en las películas de Pedro Infante, o como novios disgustados; sentado en los extremos del sofá. Luego me preguntó que qué me parecía Nicaragua, que qué opinaba en comparación con México; le dije que sería injusto hacer una comparación entre los dos países, ya que México es incomparablemente más grande y con una diversidad de climas, que originan multitud de paisajes. Después me preguntó que comparando las capitales de los dos países qué opinaba de Managua; nuevamente le dije que sería injusto establecer una comparación, aunque Managua tiene lugares muy bonitos.

“Así pasó el tiempo, entre preguntas triviales y jaiboles. Cada vez nos hacíamos más hacia el centro del sofá. Pude darme cuenta de que a excepción del muchachito (zipote, les dicen allá) que era quien servía los jaiboles, no estábamos en la casa más que ella y yo. Yo esperaba el momento en que me preguntara o comentara algo relacionado con Veterinaria o ganadería; pero nada de eso sucedió. Ya como a las cinco de la tarde y con más de una docena de jaiboles, estábamos, como en las películas de Pedro Infante, sentados en la parte media del sofá, rodilla con rodilla; entonces me preguntó que qué me parecías las mujeres de Nicaragua, que comparándolas con las de México qué opinaba de ellas; en este punto me puse algo galante y le dije que no había comparación, pues las de Nicaragua son mucho más bonitas, y con una voz muy suave casi un susurro, y volteando a verla de frente agregué que sobre todo una; entonces ella levantó los brazos y como en un intento de abrazarme me preguntó: “¿De veras le gusto?”. Ante esto, me levanté sobresaltado y traté de explicarle que no había querido decir eso aunque, efectivamente, era muy bella, me hice bolas y no sabía que decir; ella me sacó del atolladero preguntándome si quería otro jaibol, el que me tomé de pie apresuradamente, y le dije que tenía que retirarme porque tenía un compromiso. Ya en la puerta, al despedirnos, me preguntó que cuando regresaba; yo le dije que pronto y me apresuré a subir al jeep; no se como estaría mi semblante, pero el Guayabo me preguntó asustado, que qué me había pasado; le dije que nada y que nos fuéramos de prisa a Managua, al malecón. El guayabo me dice:”Esta bien, don Juan; la vida vale mierda y la mierda necesita airearse”. El Guayabo era sobrino del Ministro de la Guerra, Marina y Aviación, y hablaba de acuerdo con el pensamiento de La Bruyere, quien decía: “Si la vida es miserable, resulta penoso soportarla; si es dichosa, horroriza perderla; ambas cosas vienen a ser lo mismo”.

-¿Así es que no hubo nada? Es que le tuviste miedo a Tachito ¿y después que pasó?

-No fue miedo a Tachito, ni fidelidad a mi señora, aunque te diré que Tacho cuando mucho (y cuando menos) me hubiera mandado ametrallar y ya; pero Tachito, con sus torturas refinadas ¿cuidado?; después siguió sin pasar nada, aunque te diré que muchas veces, al atardecer, invitaba a los muchachos de la escuela, los escuelantes como dicen algunas personas de allá, y nos íbamos a Las Piedritas, a tomar jaiboles al restaurante, y yo me sentaba frente a la ventana que daba hacia la casa de Tachito, esperando ver alguna señal de vida en la casa; pero nada; nunca la volví a ver. Perdí la oportunidad de hacerme dueño de Nicaragua, utilizando un sistema parecido al de Somoza.

-¿Cómo está eso?

-Pues dicen que Somoza, nieto de un cuatrero, era un don nadie, aunque buen bailador y muy chilero, es decir: se sabía y contaba muchas charras. Cuentan que en un baile conoció a la esposa del Embajador de Estados Unidos. Este era un viejecito, y la señora muy joven, guapa y ligerita de cascos; así es que la enamoró y se la ligó. Luego, valiéndose de recomendaciones de su amiguita logró el apoyo del Departamento de Estado y del Presidente Roosevelt para encaramarse en la Guardia Nacional, hasta llegar a ser el jefe; después del asesinato de Sandino logró la Presidencia de Nicaragua, y así se hizo dueño de lo que los centroaméricanos llaman “la hacienda de Somoza” .

-Y a Somoza ¿ no lo conociste personalmente?

-Sí, por cierto. El día que se inauguró oficialmente el nuevo edificio de la ENAG, en La Calera, muy cerca de donde estaba el Laboratorio de Inseminación Artificial. No te imaginas el despliegue de fuerza, que demostraba el miedo que tenía Somoza. Desde Managua hasta La Calera, no recuerdo si eran 11 ó 21 kilómetros, había una valla de guardias nacionales con metralletas; en derredor de la escuela y la explanada, tres circunferencias concéntricas de los mismos elementos. Se inició la función y empezaron a pasar a saludar a Somoza y al arzobispo todos los funcionarios de gobierno, comenzando por los ministros y entre estos el de Gobernación (que allá le dicen “de la Gobernación”), luego los viceministros, los oficiales mayores, Etc., etc., etc. Todos llegaban y saludaban de mano, respetuosamente, a Somoza, y en seguida se hincaban y besaban con referencia, la mano o el anillo del arzobispo. Cuando llegó mi turno, anunciado por el micrófono, pasé y saludé a Somoza, quien por fin me conoció y dijo”Esta usted muy joven, para sacarle mucho jugo en provecho de la ganadería“; luego le tendí la mano al arzobispo, quien desconcertado me saludó como cualquier persona decente; en seguida me alejé, pero alcancé a oír a Somoza quien con disgusto dijo: “Los mexicanos son carajos” yo, sin voltear dije en voz alta: y los nicaragüenses son ca…britos”. Así fue como después de algunos meses de mi arribo, nos conocimos No considero de gran trascendencia la inauguración del edificio; pero sí, en cambio, la reforma educativa fue algo concomitante, pues anteriormente tenían un nivel de conocimientos muy bajo, no obstante lo cual al egresar les daban un título de “Perito en Agronomía y Experto en Veterinaria” ni más ni menos.

-¿Ese título tan rimbombante?

-Así era. Y lo peor es que los pobres salían con conocimientos (?) tan erróneos como los que esgrimía uno de ellos, mi entrañable amigo Pompilio Baca, quien me aseguraba tan sólo existían cuatro razas de cerdos, y que el ganado bovino sólo padece dos enfermedades: la morriña, y la morriña de cabeza. Así andaban las cosas; pero a partir de entonces se actualizaron los planes y programas de estudio y, al egresar, les daban diploma de “Bachiller en Agricultura y Ganadería”, que todavía se me hace algo pomposo.

* *
*

Al fin del medio día llegaron a la Casa Verde los poltrones Lupe Leija y cu compadre Chuy Castrejón (alias el Huarachón) y nos saludaron con su monserga característica. Carlitos le insistía a Leija que le hablara de “tú”; pero este se resistía diciendo: “No, mi médico; como va a ser eso”. Chuy pidió “un tequilita y una dos eques, como dice Candelas”. Pasaba el tiempo y no se animaba a tomárselos, pues decía que estaba esperando para agarrarlos descuidados; al intentar hacerlo se le presentó un acceso de tos, por lo que se fue al mingitorio a vomitar, con esfuerzo. Armando le dijo:”creías que era lechita ¿no?” “Sí, mano; pero con unas tres de estas, y el favor de Dios, me pongo al tiro”.

Me preguntó si quería una botanita; pero me excusé diciéndole que nosotros somos partidarios y practicantes de la hidroponía, pues vivimos de puro líquido. Al rato ya no las vimos; se fueron sutil y sigilosamente.

-Continuando. Con el pretexto de que consideraban a Nicaragua como el baluarte en América, los gringos, llamados allá “machos, no por ser hombres y valientes sino por prosaicos, cerrados y tercos como las mulas, llevaron a cabo una yuxtaposición de naciones antagónicas y con mucha frecuencia mandaban material bélico, del que les sobró de su infortunada incursión en Corea, y también llegaban muchos funcionarios norteamericanos, inclusive de alto nivel, como Nixon, cuando era vice-presidente. A propósito, les voy a contar lo que pasó cuando fue Nixon: me invitaron a formar parte de la valla que le iba a ovacionar durante su recorrido por la avenida Roosvelt, desde la Loma de Tiscapa (reducto de los Somozas) hasta el Palacio Nacional. Invité a un grupo de mis alumnos para que me acompañaran, debidamente aconsejados, me informaron que uno de ellos era “oreja” de Somoza, y puse especial empeño en que formara parte del grupo. Nos alineamos, unos veinte individuos, en una acera, cada uno con su banderita de las barras y las estrellas; al pasar lentamente frente a nosotros el automóvil descubierto en que iban Somoza y Nixon, a una seña levantamos las banderas y luego, enérgica y ostensiblemente, las arrojamos al suelo, las escupimos las pisoteamos y dimos media vuelta y nos retiramos; nos fuimos a La Calera, donde pusimos sus retratos en unos árboles y los balaceamos, y luego nos dedicamos a tomar guaro.

-¿Y qué ganaron con eso?

-Bueno, no ganamos nada material; pero fue una satisfacción, con desahogo. Esa noche dormí tranquilo.

-Y no hubo represalias contra ti?

-De inmediato no; pero deja que les cuente. Dicen que cerca de Chalma hay una cueva donde los habitantes autóctonos adoraban a Tezcatlipoca; durante el virreinato hubo un cura que se dio cuenta de eso y un día, en 1539, sin que nadie lo viera, se metió debajo de las naguas un crucifijo, y se introdujo a la cueva, en el fondo de la cual estaba la escultura de Tezcatlipoca; le dio una patada y la derribó, y y luego puso, en substitución, la santa imagen del Divino Salvador, y salió gritando: “Milagro, milagro”. Se le juntaron los lugareños, a los cuales les dijo: “Se ha manifestado la voluntad de Dios; Dios no quiere que ustedes sigan siendo idólatras por eso se ha presentado aquí”. Los aborígenes, asombrados, pensaron: “Este nuevo dios que inventaron en Israel y al cual le hacen tanta propaganda los gachupines no ha de ser tan fregón, pues está todo madreado”; pero de todos modos cambiaron de ídolo, y desde entonces es famoso “El Señor de Chalma” y organizan numerosas romerías en su honor. En 1683 se construyó su templo, a tres kilómetros de donde hay un ahuahuete milenario donde nacen aguas cristalinas que ahora son “curativas”. En Nicaragua hay un lugar parecido, en cuanto a las romerías, se llama Santo Domingo de Guzmán. El 8 de agosto fue allá y, como de costumbre, fieles a nuestro espejo diario, empezamos a tomar desde temprano; al atardecer me informaron que, por pleito de borrachera, le había fastidiado un ojo a Lorenzo Porras, que era mi alumno predilecto. De inmediato, en lugar de acudir a auxiliarlo, agarré una botella y me subí a una mesa, y dirigiéndome a los soldados de la Guardia Nacional los increpé diciéndoles: “Somocistas hijos de su perra madre; se ponen con un pobre muchacho indefenso; pónganse con uno de su tamaño, como yo, a ver cómo les va”. Tampoco me hicieron nada, de inmediato; pero un día que iba despreocupadamente a mi clase de ingles, sentí un fuerte golpe en el hombre derecho y fui a caer a media calle; al recuperarme me di cuenta de que había ido transitando por una calle que delimitaba la manzana en que estaba ubicada la Embajada de Guatemala, cuando era Presidente Jacobo Arbenz Guzmán. Un soldado, especie de tontón macoute, me había dado un culatazo; toda la manzana estaba rodeada de militares. Sentí una gran indignación, pero reconocí mi impotencia desolada, y ya ni fui a clase; me fue directamente al malecón…a una cantina. Allí me encontré a algunos cuates a quienes les platiqué lo sucedido, y me estuvieron picando la cresta hasta que me salí y me fui a la Academia Militar y, en la reja y delante de los cadetitos, sin ser un gamberro, les grité: “Yo soy mexicano y viajo bajo el amparo de las leyes de mi país, y no permito que nadie se me ponga al brinco”. Allí me remonté a las alturas luminosas, más allá de donde vuelan las águilas, más allá de donde vuelan los cóndores. Allí en la Academia agregué, con palabras pausadas revueltas con motor (como decía El Burro Aguamielero) y sin eufemismos, sino a la mexicana: “Que el hijo de cien mil putas de Anastasio Somoza García, Presidente de la República, vaya a chingar a su madre; que Luis Somoza Debeyle, Presidente del Congreso, vaya a Chingar a su madre; que Anastasio Somoza Debayle, Director de la Academia Militar, vaya a chingar a su madre; que el coronel Francisco Gaytán Ministro de la Guerra, Marina y Aviación, vaya a chingar a su madre y para acabar pronto, diré que el millón de nicaragüenses conoce mi manera de pensar”. Entonces me fui a dormir. Pasaron algunos días y en una ocasión que iba a la Pensión Carazo, donde vivía, se me adelantó un mugroso tenientillo de la Guardia Nacional y me apostrofó: “Mexicano, por cuenta vos sos muy bravo ¡cuídate!”. Yo le contesté: “Soy muy bravo y nadie me va a desbravar; que se cuide tu tiznada madre”. Digo mugroso tenientillo porque creo que me subestimaron mucho; pues para amenazarme me hubieran mandado un general ó, de perdida, un coronel.

-¿Y que pasó?

-Pues nada. Al poco tiempo, regresando de Tipitapa, nos metimos a una cantina, especie de bohío, el Guayabo y yo. Allí me aconteció una de las cosas más misteriosas que nunca me he explicado. Nos sentamos a una mesa donde estaban unos sandinistas, y de pronto llegó alguien por detrás de mí, y depositó en la mesas un escudo de Nicaragua, de los que los militares traían en sus quepís, y dio medio vuelta y se fue. Traté de seguirlo para preguntarle qué significaba eso; pero me detuvieron diciéndome: “déjalo, déjalo”. Muchas veces he pensado, de día y de noche, en eso, y la única explicación a que llego es que mataron al tenientillo ese y me llevaron su escudo como una especie de trofeo de guerra. ¡Quien sabe!.

-Así es que eras medio malditillo ¿y no les tenías miedo?

-Sigo siendo maldito. Como dice Pancho Vargas: “No les tengo miedo a los leones, contimás a los ratones”. No les tuve miedo a los Somozas, aunque eran muy arbitrarios: un 14 de julio metieron a la cárcel a un nicaragüense que, en su casa, estaba tocando, en una flauta, la Marsellesa. Los cargos fueron que estaba tocando sones en contra del gobierno”.

-Allá sí te pusiste muy bravo ¿no?

-Te diré que siempre he sido así. Cuando entré a trabajar a Palo Alto. El director era un individuo muy presumido: siempre andaba impecablemente rasurado, perfumado, con camisa blanca, corbata y traje de High Life, y su carro era un Biuck último modelo al que nadie podía arrimarse. Un día, a la hora de la salida, me dijo: “Juan vámonos” y nos fuimos: tomó por Reforma, y de pronto me dijo: “oiga, allí en el Departamento de Inseminación se conspira contra mí, el Dr. Herrera es un peligroso comunista que trata de tumbarme; usted que está allí, póngase listo, y todo lo que oiga platíquemelo para estar prevenido”. Yo le dije: “Mire, para servir de espía no me presto, y menos con el Dr. Herrera, que es mi amigo”. Entonces, sin medir las consecuencias, enfrenó violentamente y me dijo secamente: “Bájese de mi carro”. Yo me bajé y le di un portazo diciéndole: “Me bajo de su mugrosa carro”. No creas, yo nunca le he tenido miedo a nadie: cuando estaba en Secundaria, un día me mandó llamar el Dr. Diaz y me dijo: “Oiga Juanito, yo se que algunos malos amigos lo andan invitando a tomar; no les hagas caso”. En aquel tiempo yo tenía una beca, para comprar mis libros, que me consiguió el Dr. Díaz; pero a pesar de eso, le contesté muy altanero: “A mi nadie me invita, yo tengo dinero para comprar mis copas” y se lo demostré, sacando unos pesos que traía en la bolsa del pantalón.

-¿Y no se te antojó?

-Yo creo que sí, pero nomás dijo: “Ah que Juanito” y movió la cabeza negativamente. “De todos modos, no se junte mucho con ellos”.

Y, después de echarme otro trago, dijo Carlitos:

-¿Y en tu trabajo cómo te fue en Nicaragua?

-Muy bien, trabajé muy a gusto incluso hice algunas demostraciones contrarias al criterio de los autores clásicos, por ejemplo decían que en el trópico no se puede practicar la Inseminación Artificial porque los rayos solares tienen un efecto pésimo sobre los espermatozoides, y recomendaban un cuidado extremo a este respecto; las dosis de semen se envasaba en tubitos de color ámbar, se cubrían con papel obscuro y se guardaban en otros tubos también protegidos, y luego se metían a los termos; se recomendaba que la aplicación se hiciera en la sombra, y lo más rápido posible. Yo no creía que las colas fueran así, y para comprobarlo cuando iba a inseminar mantenía la sonda inseminadora expuesta al sol durante cinco minutos, y luego aplicaba la dosis; en estas circunstancias obtuve un 86% de fecundaciones con la primera aplicación, un porcentaje igual al que alcancé aquí en México, en el rancho Los Pirules, de Miguel Alemán. A pesar de que mi trabajo era satisfactorio, los Somozas no me querían por ser mexicano, por ser bravero y porque me di cuenta de muchas cosas. Por ser mexicano me sucedía lo que a Bolivar, que era estimado de los hombres y querido de las mujeres. Casi todos mi conocidos querían venir a vivir (por lo menos a conocer) a “la gran capital Azteca”.

“Me tenían bien identificado como mexicano y aún como zacatecano, y Zacatecas es famoso donde quiera. En los primeros días de mi estancia, cuando vivía en el Hotel Roosvelt, todas las mañanas, antes del desayuno, llegaba al restaurant una argentinita muy saludadora que deseaba los buenos días, y luego del desayuno se despedía de todos con el clásico “buen provecho”. En una ocasión se aproximó a la mesa donde yo estaba y me preguntó: “¿El caballero es nicaragüense?” Yo me sorprendí porque estaba solo y no sabía a quien se refería. Ante mi turbación me volvió a hacer la misma pregunta y entonces comprendí que se refería a mí. Luego me preguntó que de qué parte de México, y al oír que de Zacatecas me dijo: “Ah de donde es la bonita marcha ¿verdad?. Ese mismo día, por la noche, después de la cena, sin que yo invitara, fue a sentarse a mi mesa; observé que tenía una boca sumamente sensual, con unos labios muy llenadores. Algo me platicó de Evita Duarte de Perón, que era el tema de moda, y luego me dijo: “Las mujeres de mi país somos algo especiales, no nos gusta hacer el amor escuchando tangos, preferimos los blues, valses o los boleros; pero me gustaría experimentar con esa marcha de la cual hablamos en la mañana”. “A caray“, le contesté, “estamos muy lejos para que nos la ejecute la banda del Estado y del Municipio, pero aunque sea tarareada o chiflada”. Nos fuimos a mi cuarto. Lo más admirable fue como se movía: además del vaivén normal, efectuaba un lento movimiento de rotación y movía los muslos como si fuera en bicicleta, y todo simultáneamente.

Al día siguiente nos levantamos muy temprano; después de bañarnos me dijo, algo apenada o cohibida, “No me vayas a considerar una mujer fácil, ya ves cuanto trabajo te dio convencerme”. No te preocupes Virginia, le dije, además esto nadie lo sabrá, excepto, tal vez la mucama cuando vea tu cama tendida”. Eso tiene remedio, vamos a acostarnos un rato allá”, y tomándome de la mano me condujo a su cuarto. Entonces comprendí por que, a nivel planetario, tiene tanta fama la carne argentina”.

-Te felicito ¿Y allá todos te querían?

-Bueno, casi todo mis conocidos; pero con los Somozas era otra cosa. Somoza se creía prepotente, y en cierto modo lo era. Les digo que me enteré de muchas cosas. La dependencia directa del gobierno de Somoza ante el Departamento de Estado Norteamericano la comprobé cuanto, en una ocasión, con su odio enfermizo hacia el gobierno semiliberal y semidemocrático de José Figueroa en Costa Rica, Tacho arengó a la Guardia Nacional para que invadiera Costa Rica, e incluso les dijo que en la frontera los alcanzaría; sucede que el poco rato transmitieron un boletín urgente del Departamento de Estado, diciendo que había rumores de que Nicaragua iba a invadir Costa Rica, pero que se trataba únicamente de maniobras militares de rutina; inmediatamente Somoza reunió a su gabinete y a los periodistas, y les dijo cínicamente que, efectivamente, eran maniobra de rutina, y todo quedó en nada, por esa vez.

“Cuando el Departamento de Estado y la United Fruit Company decidieron derrocar a Jacobo Arbenz Guzmán de la Presidencia de Guatemala, por haber realizado una Reforma Agraria justa, organizaron una expedición de mercenarios hondureños a cuyo frente pusieron a Carlos Castillo Armas; la invasión fracasó, pero todos los días, a las tres de la tarde, transmitía “la radio rebelde, desde algún lugar de Guatemala” dando noticias de supuestos avances; incidentalmente me di cuenta de que “la radio rebelde” estaba instalada en el sótano del Palacio Nacional de Nicaragua”.

“Después lograron su propósito: ante el fracaso del ataque por tierra, se cambió la estrategia. Un buen día aterrizó en el aeropuerto de Las Mercedes (a pocos kilómetros de Managua) toda una flotilla de modernos bombarderos venezolanos, que envió Marcos Pérez Jiménez. Somoza, tratando de taperle el ojo al macho, declaró que dichos aparatos habían violado el territorio nacional, y por lo tanto el gobierno nicaragüense los iba a incautar; pero como los pilotos nicas no sabían manejar tan modernos aparatos, basándose en el convenio de asistencia recíproca solicitaría que pilotos norteamericanos, en aviones venezolanos y con base en Nicaragua, empezaron a bombardear, impunemente, las ciudades de Guatemala y Esquipulas, así como Puesto Barrios. Durante los bombardeos, el canciller guatemalteco, Jorge Toriello, presentó la denuncia ante el Consejo de Seguridad de la ONU; pero fue refutada por el canciller nicaragüense Oscar Sevilla Sacasa, quien en el colmo de la estulticia declaró que: “Nicaragua está imposibilitada físicamente para atacar a Guatemala”. Fueron esos bombardeos, a masiva, y la perspectiva de que continuara masacrando, indefinidamente, al pueble guatemalteco lo que orillaron a Arbenz a presentar su renuncia, ante la evidente imposibilidad de rechazar esos demoledores ataques. Todas las noches nos reuníamos en casa de un hondureño para escuchar las noticias; una noche oímos la voz, más gangosa que de costumbre, de Arvenz, quien dijo que si su presencia era el motivo de los bombardeos, presentaba su renuncia a la Presidencia de Guatemala. Al día siguiente de la renuncia, Somoza declaró que para no enturbiar las buenas relaciones que siempre habían existido entre Nicaragua y Venezuela, habían acordado poner los bombardeos a disposición del gobierno de Venezuela para que los recogieran el día que dispusieran. Así pues, a Jacobo Arbenz Guzmán lo derribaron, en 1954, la United Fruit Company y las fuerzas militares de cuatro países: Honduras, Nicaragua, Venezuela y los Estados unidos de Norteamérica.



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En Bluefields, en la costa atlántica, un día que, después de asistir al May Pool, me emborraché toditito con el gerente regional de la United Fruit Company, me dijo éste que me estimaba mucho por que me parecía a un hermanito suyo que mataron en la guerra de Corea, y agregó que me iba a enseñar algo muy interesante. Fuimos a su oficina, donde abrió la caja fuerte y me mostró un mapa de Nicaragua en el que estaban señaladas las propiedades de su compañía; comprendían casi la décima parte de la República; me explicó que ya casi habían abandonado el cultivo y explotación del plátano debido a una enfermedad que se presentó y no pudieron combatir; pero lo habían substituido por palma africana y ganado bovino. Luego, de pronto me preguntó si quería ver algo más interesante aún. Al responderle que sí, sacó otro mapa, en el que estaban indicadas las propiedades de Somoza, abarcaban casi todo el país, entre ranchos agrícolas, fincas ganaderas, fundos mineros, puertos particulares (como el de El Tamarindo), etc. “Es el dueño de Nicaragua ¿sabía usted?, me dijo y agregó: “Aquí todo es de él: la aviación civil, la marina mercante, el transporte fluvial y lacustre; en fin, todo. Desde un automóvil hasta un kilo de sal no se vende si antes no ha pasado por sus manos”.

-Mi Juanito de oro, te has de haber paseado mucho; yo conozco Estados Unidos, parte de Europa, algo de Sudamérica, y Egipto; pero no conozco Nicaragua ¿es muy bonito?

-Ni hablar. Es un país tropical muy hermoso. Dicen que el 12 de septiembre de 1502, durante una tempestad, Colón, desembarcó en el cabo al que llamó “Gracias a Dios”; fue así como se descubrió el territorio que hoy lleva el nombre de Nicaragua, en honor del cacique Nicarao que les proporcionó toda clase de facilidades a los conquistadores. Pero no fue sino hasta 1514 que el Gobernador de Panamá, Pedrarias Dávila, inició su exploración, atónito ante la belleza deslumbrante del paisaje, la llamó “El paraíso de Mahoma”. Años después, Gil González llegó a las márgenes del Gran Lago donde encontró a un cacique indio llamado Nicarao, el cual no sólo no se opuso a los españoles sino que cooperó en la sangrienta e inhumana carnicería durante la conquista.

“Nicaragua, situada en el corazón de América, es tierra privilegiada por sus condiciones topográficas e hidrográficas. Es el país más grande del Istmo; su territorio, de 148,000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el doble del Estado de Zacatecas) tiene la forma de un triangulo isósceles, cuya base e es la costa del Caribe, y su vértice la península de Cosigüina, donde se eleva el volcán del mismo nombre. El número de volcanes y lagos esparcidos con gran profundidad le han valido la denominación de “País de lagos y volcanes”.

“La región del atlántico, que comprende dos tercios del país, posee selvas vírgenes en cuya ubérrima vegetación encuentra refugio la fauna tropical , sus ríos mas caudalosos son El Coco, Prinzapolca, Siquia, Mico, Escondido y San Juan, algunos de los cuales tienen más de 200 metros de anchura y 15 de profundidad. En esta región se explotan la palma africana y las maderas preciosas. El puerto principal es Bluefields, habitado en su mayoría por Mismitos y Zambos que hablan más ingles que español, y profesan el protestantismo; es notable el hecho de que no obstante el alto índice que tiene la criminalidad en Nicaragua, allí está reducido a cero. Se ha dicho, y no sin razón, que todo Nicaragua es un paisaje, pues los panoramas encantadores abundan tanto que tal parece fueran interminables; pero es en los alrededores de la Bahia de Bluefields donde el prodigio de la Naturaleza se muestra con mayor esplendor.

La región del Pacífico, la más densamente poblada, tiene montañas de poca altura y pintorescas lagunas. Allí están también los lagos Xolotlán y Cocibolca o Gran Lago; este último fue llamado Mar Dulce por Francisco Hernández de Córdova debido a lo impetuoso de su oleaje y a sus grandes dimensiones: 200 kilómetros de longitud y 40 en su parte más ancha; la navegación en él es difícil y peligrosa, pues además del fuerte oleaje, sus aguas están plagadas de tiburones. La isla mas grandes dentro del lago es la de Ometepe, notable por sus ricas tierras en las cuales se cultiva la totalidad del taba empleado en el país; en su extremo norte se eleva el volcán Concepción, y en el del sur su gemelo Maderas.

Recorriendo la parte occidental, de noroeste a sureste, el primer lugar de interés es Corinto, pequeño puerto en cuyos alrededores se admiran canales apacibles bordeados de manglares. Chinandega, famosa por sus hermosas mujeres y sus naranjas de exquisito gusto. León, vieja ciudad de tradición universitaria, en cuya vetusta catedral yacen los restos del más grande poeta del país: Rubén Darío, en esta ciudad comienza la magnífica carretera que conduce a la famosa playa de Poneloya.

A escasos 100 kilómetros de León, en la orilla sur del Lago Xolotlán, continuamente amenazada por el volcán Momotombo y rodeada por las bellísimas Lagunas de Tiscapa, Asososca, Nejapa y Jiloá, se encuentra Managua, con el encanto de sus renombrados pensiles, pero atormentada por “el nicaragüense sol de encendidos oros”. Continuando hacia el sureste se llega a la tranquila Masaya (denominada ciudad de las flores), situada en las márgenes de la laguna del mismo nombre, desde donde puede observarse el volcán Santiago humeando perpetuamente; desde luego, en la ribera del Cocibolca, uno de los más bellos rincones nicaragüenses: Granada, que ha recibido con justicia, el epíteto de Gran Sultana; allí todo es admirable: el azul verduzco de las aguas prolongándose hasta el infinito, el palio transparente de un cielo inmensamente azul, la grandeza del sosegado y colosal Bombacho. Así es Nicaragua, país de lagos y volcanes. Yo, en lo personal, creo que las isletas del Cocibolca, cerca de Granada, son lo máximo. Un día, hace como diez años, fue a conocerlas. En la orilla del majestuoso Cocibolca (el único lago en el mundo donde hay tiburones) contemplé 323 isletas, que algunos escritores, influídos por el hechizo de su hermosura, han denominado Las Corales, y avoqué el pensamiento que el boliviano Roberto Hinojosa escribiera al referirse al paisaje michoacano: “Pátzcuaro es el ojo de la cara michoacana. Y Janitzio es la niña de ese ojo”. Si Hinojosa hubiera conocido ese archipiélago es seguro que habría dicho algo más expresivo, pues con toda imparcialidad hay que aceptar que el paisaje nicaragüense supera al michoacano en belleza. Las isletas están agrupadas en tres zonas: Playa Grande, La Rayita y Chacote. Para admirarlas en todo su esplendor recorrí, en un pequeño bote, los canales que las separan; así pudo observar La Gloria, que se reduce casi a una enjuta elevación granítica, pero que tiene, como todas las demás, grandes árboles denominados pompomjoches, que engalanan el paisaje con sus flores de pétalos dorados, con estrías carmesí. Según dice, en un tiempo cada isleta era conocida por nombre propio, pero ya se han olvidado; en una de ellas existen unas construcciones ruinosas; es “El castillo donde vivía un rey”, afirman los niños del lugar. Ya de vuelta en Granada me explican que es el Fuerte San Pablo, y nada más. Nuevamente recordé a ese gran amigo de México que fue hinojosa, pues el escribió que: “Sobre la serenidad horizontal de Pátzcuaro vagan, remotas las leyendas de muchas edades. Es fama que la fruta del pompomjoche tiene un sabor exquisito; pero en esta ocasión sólo pude paladear unos cuantos cocos, con su indispensable ginebra.

-¿Así es que te echaste tus ginebras?

-Claro. Y no sólo eso, sino que los enseñé a preparar el “embrujo del trópico”. A un coco de media cuchara se le pone algo de ginebra, se mantiene en refrigeración, y a la mañana siguiente se le agrega una copa de crema de cacao y hielo picado (frapé es mejor) y se bate en una coctelera. Es algo verdaderamente exquisito. Te lo recomiendo.

-Qué bueno. A ver si un día lo pruebo. Por lo pronto, sigamos tomando lo mismo.

-Por la tarde, un grupo de parroquianos cantaba desentonadamente; Juana Gallo hubiera dicho que era “un coro de ángeles”; pero la verdad es que aquello estaba convertido en un satánico pandemonium. Carlitos se estaba quedando dormido, y al llamarle la atención dijo: “Es que casi no duermo; no es que sea adicto o seguidor de la alectomancia, pero todas las noches oigo un gallito que canta y canta y no me deja dormir, aunque a veces me anuncia las buenas noticias como, por ejemplo, que ya está abierta la Casa Verde; de todos modos me dan ganas de localizarlo y matarlo.

-Fíjate que en temporadas yo tampoco duermo. Como cuando estuve en Nicaragua. En frente de donde yo vivía había un Convento, y como en esos días iban a llevar la virgen de Fátima, las monjas se pasaban la noche cantando una canción que decía: “Que ha venido a América a traer la paz”, y se me iba el sueño. Por cierto dicen que las misteriosas palomas que acompañaban a la mona que representaba a la virgen de Fátima durante su recorrido mundial, no fueron vistas en Nicaragua.

-Oye ¿cómo anda la ganadería en Nicaragua?

-En general la ganadería anda mal; casi todo el ganado es criollo y está afectado por muchas parasitosis y enfermedades infecciosas. Hay algo de ganado de ascendencia europea, pero muy degenerado. Fíjate que cuando estuve allá emprendimos una campaña contra la Brucelosis, comenzando por la costa atlántica: toda iba bien hasta que llegamos al primer rancho de Somoza y nos paró en seco, no quería que nadie se metiera en sus propiedades. Por lo que se refiere a la cantidad, sí andaban con un millón de habitantes, y contaban con un millón de cabezas de ganado bovino. Incluso hay algunas leyendas que se refieren al ganado; por ejemplo, la que comenta la señora Meureen Tweedy en su libro “This is Nicaragua”

-¿En ingles?

-Sí, creo que es la esposa del cónsul inglés. Bueno, más o menos dice así: “La fortuna de la vaquita blanca”. Esta historia fue contada al señor Leo Salazar por Mr. Macey, un vagabundo de familia norteamericana de Nueva York, a quien se la refirió un indio al que le aconteció. Un día él iba caminando por las montañas del Este de Matagalpa cuando escuchó un sonido de lo alto, repiques, risas, finos chillidos, voces y frecuentes músicas de flautas y trompetas que venían del interior de un lugar conocido como La Cueva de las Calaveras. Excitado y curioso, el indio se asomó dentro de la cueva, y se aturdió al verla llena de duendes entretenidos en una feria folclórica, y enredándose cientos de enanitos. Estaba fascinado viéndolos incauto, por permitirse estar allí, y hubo un momento en que hablaron en un susurro y le dijeron, divertidos, vete por ese camino y no regreses nunca, de daremos algo. Le dijeron que como el iba montaña abajo encontraría, en un arroyo, una vaquita blanca con los cuernos de cabra, atada por una enredadera, con un montón de hierba que se fuera a su casa y sería la fortuna de su niño recién nacido. El indio dejó a sus pequeños amigos y caminando a su casa encontró la vaca, exactamente tal y como le dijeron ellos. A la mañana siguiente él y su esposa salieron y encontraron no solamente la vaquita pastando felizmente sino varias vacas y toros. Naturalmente ellos estaban espantados por miedo a que la gente dijera que habían robado los animales; hicieron un esfuerzo para mejorar el camino que no estaba en uso; por lo húmedo del camino todos los animales regresaron. Muy poco después nació una hija a la que pusieron por nombre Guadalupe; como nació en la noche los indios le pusieron “La Gran Tiniebla”. En 1835 cuando el volcán Cosigüia hizo erupción con una terrible fuerza, cuyo ruido fue oído en Jamaica, y por un fogón grande siguió la erupción, la vaquita blanca continúo llamando la atención de los animales; el tiempo pasó y Guadalupe fue creciendo; había un gran rebaño de ganado vacuno que le pertenecía, y llegó a ser una mujer rica. Cuando fue una dama vieja, don Leo pasó a visitar a los amigos que estaban más cerca de ella pero separados por el río que se desbordaba rara vez. El estuvo con Guadalupe hasta que los caballos cruzaron a los hombres que fueron matando de uno en uno los bueyes, y muy pronto murieron los animales; ellos les sacaban el corazón, y corriendo río abajo lo tiraban al río como una ofrenda a los generosos duendes. Después Guadalupe murió y la granja pasó a manos de miss Sullivan, de Baltimore. Los enanitos se fueron retirando a lo lejos en las montañas y jamás se volvieron a ver desde entonces.

-Bastante infantil la leyenda. Oye, nosotros casi no comemos, pero ¿qué tal se come allá?

-Bueno, en este aspecto no voy a exagerar como una gachupina llamada Angelita Medina, que vivía en la ciudad de México y que en lugar de ir al Prendes o al Muralto comía en el mercado de San Cosme, y decía que en este país no se puede comer bien. En Managua había tres restaurantes buenos: El Patio, el Gambrinus y el Bombonier; además algunos hoteles tenían buen servicio de restaurant; pero no más. Allá la comida es a base de un arroz de cocina sin chiste, sin jitomate, y en lugar de tortillas dan unas rodajas de plátano medio verde, que ellos llaman guineo de chancho; frijoles de la olla, que allá les dicen frijoles parados; y con cierta frecuencia huevos de tortuga. En los puestos callejeros no se acostumbran las tortas ni los taquitos; venden muchas tostadas de un tubérculo que se llama yuca, con una ensalada; también venden nacatamales, que son unos tamales grandes con arroz, carne, verduras y frijoles. Yo conozco muchos restaurantes famosos de la ciudad de México, y he comido en Los Pinos; pero el restaurante más lujoso que he visto es el del Casino Militar de Nicaragua; por cierto, me invitaron a una cena y no cené.

-¿Cómo estuvo eso?

-Pues ese día fue la graduación de la primera generación de Bachilleres en Agricultura y Ganadería de la ENAG; me invitaron a la ceremonia de graduación, y no asistí porque el chofer no llegó por mí y se me hizo tarde. En la noche fui a la cena, el lugar más ostentoso donde, de seguro, se efectuaban los saraos más suntuosos, y me encontré, de buenas a primeras, con el Ministro de Agricultura, quien me dijo con cierta sorna: “Ajá doctor Estrada, a la ceremonia no fue, pero a la cena sí vino, eh?”. Eso me molestó mucho, pero me aguanté. Nos tomamos unos jaiboles, y luego nos sentamos a la mesa; nunca había visto tal payasada: al lado derecho de los platos había cinco o seis cuchillos, de diferentes tamaños en largo y ancho, y lo mismo pasaba con los tenedores: según los expertos en hotelería sólo hay cinco tipos de tenedores: se colocan a la izquierda del plato, primero el más grande, luego el mediano, después el que tiene dos picos para los mariscos y que ayuda a sacar las ostras de sus conchas, después el cuarto con un solo pico para los mangos, el quinto de forma alargada y curva, con varios cuchillos pequeños, que sirve para desprender el caparazón de la pulpa de las langostas; bueno, cuando sirvieron la copa, y con ese me lo comí y lo dejé en el plato; al llegar el mesera, lo cogió con mucho disgusto y lo aventó a la mesa, recogió otro y se lo llevó, como para indicarme que era ese el que debí utilizar; luego sirvieron una ensalada, y se repitió exactamente lo mismo; eso ya no lo aguanté y me levanté, y me fui a la barra a tomarme otro jaibol, y luego me salí, bien enojado, y me fui a todo lo largo de la Av. Roosevelt, hasta el malecón, a llenar mis venas. Perdí la oportunidad de hablar con doña Hope, porque estoy seguro de que allí estaba.

-Hiciste muy bien en irte, mi Juanito de oro.

-Como todo lo que empieza tiene un final, un día tuve que regresar a México. No te imaginas cuanto y como trataron de convencerme para que me quedara; el Ministro me ofreció aumentarme considerablemente el sueldo, que cada mes me daría una semana de permiso para venir a México a ver a mi familia, pagándome el pasaje, en avión, de ida y vuelta. De todos modos me vine. Siempre había viajado en Taca Internacional, pero esa vez, que fue la definitiva, preferí hacerlo en American Airways (American Jaguay-Jaguay, decía El Guayabo) para conocer a las azafatas gringas, en un vuelo que sale desde Buenos Aires y hace varias escalas, una de ellas en Caracas. Bueno, como todo estaba dispuesto, el día que tenía proyectado salir me presenté en el aeropuerto, y me encontré con la agradable sorpresa de que muchos amigos (y amigas como mi queridísima Sonia Hanssen) incluyendo los que eran mis alumnos en la ENAG, habían ido a despedirme Comenzamos a tomar unas copas, y los jóvenes, alineados como soldaditos, entonaron el tango Adiós Muchachos, pues allá no se acostumbra tocar Las Golondrinas. Llegó la hora, y el avión no llegó; reportaron un retraso de algunas horas. Seguimos tomando. Nuevamente llegó la hora, y tampoco llegó el avión; otro reporte de otro retraso y así sucesivamente hasta que empezó a oscurecer; entonces les dije a los muchachos que les agradecía mucho su presencia, pero que ya era tiempo de que regresaran a la escuela; pero se negaron rotundamente diciendo que se aguantara Ramirillo-Ramirón, que era el director. Estábamos fuera de la sala de espera, y como ya no veíamos bien nuestros vasos, Rolando Pérez (el Jimmy Ringo nicaragüense) amarró unos jarros con unos mecatitos, y nos los puso a manera de collar, para que siguiéramos tomando sin pendiente alguno. Los muchachos del coro nos deleitaban con melodías nicas, como el Zanatillo, La María y lo José, el Indio de Monimbó, Santo Domingo de Guzmán y algunas más, sin faltar de cuando en cuando, Adiós Muchachos ya en la madrugada estábamos llorando todos, y todavía me insistían en que me quedara; yo, por mi parte, les aseguraba que pronto regresaría, aunque sólo fuera de visita, ya que las distancias se rompen bajo el influjo de la amistad. Amaneció y el avión no llegaba, tuvo una descompostura seria, y lo estaban reparando en Caracas. Por fin llegó en el curso de la mañana, con más de veinte horas de retraso, y lo abordé; todavía en la escalerilla iba escuchando a mis entrañables amigos que entonaban “Adios Muchachos”. Me dolía mucho dejar Nicaragua, pues en mis oídos (o en mi cerebro) retumbaban las palabras del Ministro: “Doctor Estrada, no se vaya. Aquí no solo lo queremos, ¡lo necesitamos! Usted me comprende; yo también son antisomocista, porque con este señor no se puede; pero si, a pesar de todo, decide irse, recuerde que si en su país tiene alguna dificultad, no lo piense, regrese con sus amigos los nicas”.

-A esas alturas hablaba casi solo. Carlitos estaba dormitando, y nuestro amigo ocasional se distraía; pero, ya picado seguía hablando. “Bueno”, les dije, “vamos a tomarnos otra copetona y nos vamos”. Creo que siempre actué con valentía, pero algunas veces me excedía, actuando con temeridad. Como aquella vez que el Ministro me comisionó a Chinandega para investigar la causa de la muerte de algunas cabezas de ganado bovino, que resulto ser Derriengue, o sea la Rabia paralítica bovina, que de acuerdo con los informes del Centro Panamericano de Zoonosis ocasiona en América Latina pérdidas que ascienden a 50 millones de dólares anuales, en una población bovina de 225 millones de animales que producen alrededor del 20% de la carne producida en el mundo. Es un problema grave, pues en el continente se presentan mensualmente 1717 casos de Rabia en perros y gatos; 375 en bovinos y 437 en otros animales; de esto se deduce la urgencia receptiva. Parece ser que en Europa es transmitida por el zorro. El vampiro transmisor de la Rabia paralítica succiona nos 20 mililitros de sangre, pero tarda entre 30 y 40 minutos para hacerlo, tiempo suficiente para que el virus presente en la saliva del hematófago penetre en el animal.

-¿Porqué dices que te excediste en la valentía?

-Bueno, es que en esa ocasión el tren de regreso, que iba de Corinto a Managua estado de sitio y toque de queda a las diez de la noche. La Guardia Nacional tenía órdenes de disparar, sin previa aviso, sobre cualquier persona que transitara por las calles después de esa hora.

-¿Sin previo aviso?

-Claro. Allá no les daban chance como aquí durante la Revolución cuando decían:”Alto ahí ¿Quién vive?” Era un albur, pero había una oportunidad. Allá no; así es que cuando llegamos, todo mundo, pasajeros y tripulación, agobiados por el miedo y el medio, con el miedo cerval se acomodó en la estación, menos yo, que agarré mi maletín y me salí para dirigirme a mi domicilio. Durante el trayecto no se oía nada como no fueran mis pasos que a mi me parecía resonaban como tamborazos o cañonazos. Cuando llegué a la Pensión Carazo me reprendió la “niña Chepita”, que era la dueña; me dijo: “Es una imprudencia, usted no conoce a esta gente”. Le contesté que no tenía importancia, que ya estaba allí sin novedad”.

-Mi Juanito de oro, no nos vayamos; todavía es muy temprano. Además, nosotros somos genios; podemos tomar todo el día, y al día siguiente nos echamos un vaporazo y como si nada. Qué bueno que no estamos en tiempos de los aztecas que tenían leyes tan estrictas que reservaban el derecho de beber al octli a los ancianos.

-No es tan fácil componernos y, además, no es cierto. Ya tengo cuatro o cinco días tomando; y tú mucho más. Bueno, vamos a seguir. Somoza grande se autotitulaba “el soldado sin relevo por la paz de Nicaragua” y lo proclamaba a bombo y platillo; para mi no es mas que un simple payaso; corrupto, cruel y sanguinario, y un payaso ególatra; es, simplemente, una figura evanescente, sin futuro. Bueno, concretando…

-Bruscamente me interrumpió el tablajero:

-¿Cómo que concretando? Será concretizando.

-¿De donde me salió este majadero, tratando de corregirme? Mire mi joven amigo carnicero, carnero o que lo sea: digo concretando porque es lo correcto; no quiero decir que concretizando no lo sea; sucede que por diversos motivos en el lenguaje corriente se utilizan muchas epéntesis.

-¿Qué es eso?

-Es una figura de dicción, o sea un metaplasmo que consiste en añadir sonidos, una o varias letras, en medio de un vocablo; cuando se agregan al principio se habla de prótesis, como cuando decimos aqueste por este; cuando se agregan al final de la palabra se trata de paragoge, como cuando decimos felice por feliz; pero los lingüistas recomiendan el empleo de las formas simples en todos los casos, o sea que las epéntesis son completamente innecesarias. Entre las epéntesis más usuales tenemos “sublimizar” por sublimar, o sea exaltar o ensalsar una cosa; “medicamentación” por medicación; “yodatada” por yodada, o sea adicionada con yodo; “futileza” por futeza, del francés jergal foutaise, que significa fruslería o nadería; “confraternizar” por confraternar, que significa hermanarse una persona con otra; “valorizar” por valorar, o sea señalar a una cosa el valor correspondiente a su estimación, es decir ponerle precio. Bueno, no intento darles cátedra de gramática, sino sólo aclarar las cosas. Además de agregar sonidos, se puede suprimir, y entonces se trata de aféresis si se suprimen las letras al principio, como decir “ora” por ahora; síncopa si es en medio, como “navidad” por natividad; y apócope si es el final, como “san” por santo. La trasposición consiste en el cambio de lugar de letras o sílabas, como “cantinela” por cantilena, “Grabiel” por Gabriel, etc.

De pronto empiezo a recordar que en una ocasión el Dr. Antonio Aguilar y el Lic. Rodolfo Moreno llevaron a Medina Zavalía a internarlo en un hospital antialcohólicos de Guadalajara; cuando se recuperó y fueron por él, al pasar frente a una cantina dijo Medina: “Este acontecimiento hay que celebrarlo”; se metieron y Empezó de nueva cuenta. Pensé, con amargura, “no cabe duda que estamos atrapados. ¡No tenemos remedio!.

En eso llegó, con algo de catarro, un amigo de Carlitos, pero desconocido para mí. Carlitos dice:

-¿Ya se conocen? Te presente al hermano de Panchito.

-¿De Panchito? ¿El que fue nuestro gobernador? ¿Así que usted es hermano de Panchito?

-Todos los zacatecanos me reconocer como tal ¿y qué? Bueno, tomémonos unos tragos por el gusto de conocerlo; ya sabe que dicen que para el catarro, jarro; si es con tos, dos. Además, el primero con agua, luego sin agua, y al final como agua.

Entre diez y once de la noche nos retiramos.. Como dijo Tito, según Suetonio: Diem perdidi (he perdido el día). Fue un día sin huella, o mejor dicho con una huella profundamente lastimosa; Zamacois diría que fue algo triste, como la boda de don Plácido, y como todo lo humano. Definitivamente: la vida es como un tango, gris y melancólica.